El incendio
Madrid 11/3/2024,
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Este jueves veintidós de Febrero me salto en el móvil un aviso incontrolado, un edificio de Valencia, ardía sin control, eso sería sobre la dieciocho horas o antes, en últimas noticias en Google. Pensé que no sería para tanto pues ya había dotaciones de bomberos en el lugar.
Hasta que no llegue a casa antes de las veintiuna horas y encendí la televisión, buscando los informativos, y no daba crédito las imagen de grandes lenguas de fuego, se pasaban de piso a piso devorando y convirtiendo a cenizas lo que unas horas antes eran confortables hogares como si fuese la lava del volcán de la Palma, arrastrando el dolor que dejó su estela por aquellos que lo perdieron todos en tan solo unas pocas hora, incluso la muerte de algunos de sus vecinos de aquella maldita residencia.
Me recordó a otro colosal edificio en Madrid devorado también por las llamas feroces de aquel invierno 12 de Febrero de 2005. Mi imaginación no dejó de fabular conjuras de un complot. Pero a quién beneficiaba el de Valencia?.
!El del Windsor! lo podía entender pues eras empresa, oficinas que traman cualquier artimañas o chantajes a otras personas. Lo único que sé, es que los fuegos intencionados, como se hacen en los campos, el, o los delincuentes, esperan los días con más vientos posible, para acelerar el combustible y que sea lo más difícil de apagar, con la destrucción de cualquier prueba de su intención.
Cómo pude observar en 1985 en un lugar de la mancha, donde pasamos unos días de primavera, que mis cuñados aprovecharon para quemar una zarza dejando el encargo a mí, pero a los diez minutos empezó un viento huracanado, acelerando rápidamente la combustión del rastrojo en minutos pasando a otros pastos adyacentes tuve que pedir ayuda, hasta que sofocamos el fuego ante las amonestaciones de las personas por no hacerme con la fogata.
Así que aprendí la lección de que en la naturaleza, fuego y aire jamás son compatibles. Semanas después de aquel incidente, salíamos por la puerta de la empresa hacia la calle, al cierre de la fábrica, nos quedamos unos minutos en la acera comentando algún traspiés laboral, cuando el viento o el aire nos llevó a nuestras narices un olor a quemado, las miradas se fueron al tercer piso de nuestra empresa, un pequeño humo grisáceo salía por el ventanuco del hueco de la escalera, todos subimos escalera arriba y mi compañero agarró el extintor y lo vacío en el descansillo donde se originó la humareda, momentos después los bomberos bajaron como subieron acordándose del señor que utilizó el matafuegos, diciendo que se hubiese apagado con medio cubo de agua. Así que aprendimos que no se debe usar los extintores si no hay llama o fuego real. Al día siguiente limpiamos el descansillo del tercer piso, no sabíamos, quién?, acúmulos algunas tablas de madera, junto con algunos y vacíos botes de pintura seca y dentro de uno de ello, se encontró una colilla, de algún desalmado que salió a fumar al pasillo, sin comprobar y verificar el apagado del cigarrillo.
Al día siguiente los medios de comunicación alzaban de héroe el valiente conserje del edificio, avisando a sus inquilinos ante el fuego desalojaron el edificio por incendio.ñ
Muy buena intención y rápida actuación, que no dejaron de hablar los medios y del grupo de Telegram que pertenezco de charlas de Porteros y conserjes de Madrid.
Acordándome del verano del año 2014, cuando entre a trabajar en una empresa de servicios y consejerías después de haberme quedado en paro con cincuenta años, en otro gremio distintos a este, recuerdo al contable, de la empresa repetirme varía veces, que no hiciese distinción en el empleo, que cogiese cualquier ocupación puesto de trabajo u oficio.
Y así lo hice a los seis meses ya estaba trabajando de suplente hasta que me ofrecieron en la calle Abtao, el puesto de conserje titular, contratando una nueva empresa para sus servicios.
A los dos meses un corte de agua para la finca por un piso en reforma, tuve que avisar inmediatamente casa por casa, a través del telefonillo, la centralita vino tres años después, recuerdo que estuve cerca de una hora dando avisos.
Hasta que me hice con todos los números de teléfonos de la vecindad, que 98% incorporaba la aplicación WhatsApp. Así que en el siguiente corte de suministro de agua, calefacción o de otra incidencia, los avisa por este medio. Creé un grupo de vecinos para ese menester y explicando el porque se hizo, respondiendo les el motivo en el primer comunicado.
El edificio tiene dos puerta de acceso, en un amplio hall, distribuido por varios vestíbulos, izquierda, derecha y centro, por donde se accede a las tres torres con sus seis ascensores, dos plantas de garaje, y cuarto se calderas, en la planta primera varias empresas oficinas, y en el exterior seis locales de negocio. Les dije que me tomaba la libertad de crear este grupo con el fin de avisarles de algún peligro o incidencia que nos afecten a la convivencia de la comunidad, antes claro avisando al 112, como por ejemplo un posible fuego en alguna vivienda, me sería más rápido enviar un WhatsApp al grupo, ya que la mayoría de ustedes tiene este servicio, y es un uso rápido, que ir escalera subir las siete plantas, volver a subir otra escalera y otra avisando del fuego, !ojalá que no ocurriera!, pero por eso se crea.
Y mis nuevos jefes lo aceptaron e incluso ellos siguen usándolo, cuando algún vehículo, sí, el conductor se le olvida de apagar las luces, el canal hace su función, yo tuve que mediar unos días después que no se diera las gracias, pues eran ochenta WhatsApp sonando con las indulgencias.
A mí empresa no le gustó que yo creará ese vínculo con los vecinos, pero le expuse el cometido del grupo, así que me obligaron a que le diera de alta del grupo a mi jefa, unos meses después ella también lo utilizaban para pelotas a los vecinos.
Al dejar la comunidad de la calle Abtao, la empresa me exigió e impulsó el forzar de mi salida del grupo de WhatsApp, ya que yo era el administrador y trasladando ese cargo al encargado de la empresa de servicios.
Años después algunos vecinos se pusieron en contacto conmigo para que diera de entrada al grupo a otros vecinos, llamé a mi antigua supervisora para que dieran el alta.
Pero ellos me dijeron que se borraron hace unos años del grupo, transmitiendo a los nuevos residente la conversación entre ella y yo, alegando que otros vecinos lo podían confeccionar ellos mismo directamente, pero no debió de ser así, cuando el verano pasado recibí otra llamada de otro morador dirigente y cabecilla de la finca recién jubilado ya, interesando por dar de alta en el grupo de WhatsApp en la comunidad a otros miembros, explicando y razonando que lo mejor sería, que ellos crearán otro grupo con los mismos vecinos y otros nuevos. Ya que el que yo cree en su debido tiempo, al borrarse el administrador es casi imposible darse de alta otra vez. Así que seis años después de trabajar en la finca urbana de la calle Abtao, sigo manteniendo relación con estos residentes, que fueron más que jefes, personas extraordinarias que por la edad avanzada algunos ya se retiraron a otra morada, cruzando el mítico río Aqueronte hacia laguna Estigia, guardando en mi corazón un recuerdo favorable hacia ellos.
Antes de ayer coincido con Miguel, conserje de la finca colindante, después de hablar y saludarnos, me comentó que después de irme por esa finca pasaron unos cinco conserjes, y este último ya está durando demasiado. Reímos y me despedí de él, esperando que ningún incidente nos ponga a prueba como a Julián el conserje de Valencia un pequeño héroe, que seguro no le darán ninguna medalla ni nada parecido dejando el olvido de su hazaña de Ángel de la Guarda en su empleo fantasma.
Enrique Manuel Hidalgo para El País de la Piel de Toro.