Un Redactio más

lunes, 15 de junio de 2020

Fundación Rockefeller

El País de la Piel de Toro


Hoy día 7/6/2020, a las 13,00, abro el correo electrónico desde mi celular, Recibo este correo desde la fundación Rockefeller,  que me lo mandaron ayer día 6, a las 10,30 de la noche, antes de borrar los mensajes en otro idioma, me gusta irme al portátil, al traductor de google, y saber que pone, según iba copiando el inglés y traducirlo al español, me estaba quedando a cuadro, hacía referencia de los disturbios producidos en Estados  Racistas por el asesinato  de una persona de color a manos de la Policía, y seguida de la crisis económica que Estados Unidos, está a punto de empezar por la pandemia del Covid19. Y el objetivo de la fundación es la igualdad económica y social de las personas. Creo que es interesante publicarlo aquí, en este blog, pues yo me considero también persona con estos principio, buscando la igualdad en derechos y obligaciones sociales.


Estimados amigos y colegas de la Fundación: Los últimos ocho días han sido un momento de dolor extremo, desamor y reflexión para nuestro País


Mi esposa y yo somos hijos de inmigrantes de la India y, como toda persona de color, sabemos el momento exacto en que nos dimos cuenta de que no éramos como todos los demás. Y a pesar de que hemos experimentado racismo y discriminación en diferentes formas, el racismo sistémico y la violencia único en su historia y profundidad.


Extraordinaria que los afroamericanos han vivido y continúan experimentando es Como dije a principios de esta semana, los asesinatos recientes de Ahmaud Arbery, George Floyd, Tony McDade, Sean Reed y Breonna Taylor me dejan enojado y desconsolado. Estos actos de violencia y brutalidad policial son despreciables.


 Una vez más, hombres y mujeres inocentes fueron asesinados sin otra razón que el color de su piel.

Estoy agradecido a todo nuestro equipo de la Fundación Rockefeller por su participación reflexiva en los múltiples diálogos que hemos tenido durante la última semana. Nuestro equipo, global, diverso e impulsado por el deseo fundamental de servir a los demás y, en particular, a los más vulnerables entre nosotros, comprende que este es un momento en el que podemos decir "ya es suficiente" y, a través de nuestras acciones, ayuda a hacer realidad esa declaración.

Suficiente es suficiente. ¿Cuántos hombres y mujeres afroamericanas, niños y niñas más morirán antes de que finalmente eliminemos el racismo, la intolerancia y el odio que asola nuestra sociedad? Es hora de que esto termine. Y sin embargo, sé que hemos dicho "ya es suficiente" y "es hora de que esto termine" tantas veces antes. Lo dijimos después de Filando Castilla, después de Sandra Bland, después de Tamir Rice, después de Michael Brown, después de Eric Garner, después de Trayvon Martin y muchos más. Lo hemos estado diciendo años. Por décadas. Por siglos.

Es doloroso que estos asesinatos ocurrieron durante una pandemia que amenaza y destruye des proporcionadamente los medios de vida y la vida de los afroamericanos, los hispanoamericanos y otras comunidades minoritarias. Decenas de millones han perdido sus empleos, y cientos de miles han perdido familiares, amigos y seres queridos. Su angustia y desesperación es real y comprensible. También lo es su indignación ante innumerables décadas de asesinatos racistas.

Es doloroso que nuestros colegas afroamericanos tengan que revivir el trauma de ver a alguien que parece ser asesinado y, una vez más,sentir la incomprensible preocupación de si ellos o alguien a quien aman podría

ser el próximo. Es doloroso ver vehículos de la policía cargando contra grupos las casas y vecindarios donde viven nuestros colegas y crían a sus familias. de manifestantes desarmados a plena luz del día a solo unos minutos a pie de 

Nunca se puede decir lo suficiente sobre el dolor, el sufrimiento y la injusticia únicos que los afroamericanos han experimentado y continúan experimentando en este país. Nunca se ha hecho lo suficiente para poner fin a esta opresión en todas sus formas, y curar verdaderamente las heridas de siglos de racismo e intolerancia.

***
Durante más de 100 años, la Fundación Rockefeller ha trabajado para promover la igualdad racial en Estados Unidos porque es fundamental para nuestros valores. Estamos orgullosos de haber defendido y luchado por la justicia racial durante décadas, y estamos orgullosos de los miembros de nuestro equipo, los beneficiarios y los socios que están en la línea del frente hoy. Muchos han estado en esta lucha por mucho tiempo.

Desde hace más de un siglo, nuestra organización ha sido un defensor imperfecto pero constante de la causa. De hecho, la tradición Rockefeller de apoyar la equidad racial comenzó antes de que existiera esta Fundación. Nuestro fundador, John D. Rockefeller, Sr., apoyó colegios y universidades históricamente negras (HBCU, por sus siglas en inglés) cuando eran una de las únicas vías para que los hombres y mujeres jóvenes afroamericanos buscaran un aprendizaje superior; Spelman College lleva el nombre de su esposa Laura Spelman y sus padres, que se encontraban entre sus primeros benefactores en la década de 1880. Y la Fundación Rockefeller ha llevado esta pancarta desde sus primeras décadas.

Cuando la medicina moderna estaba en su infancia a principios del siglo XX, y las escuelas se negaban a admitir afroamericanos, ayudamos a crear escuelas de medicina en las HBCU para capacitar a generaciones de médicos y enfermeras afroamericanos. Tenían una visión temprana de lo que ahora sabemos que es cierto: que las HBCU han sido esenciales para crear movilidad ascendente para los estudiantes de color de bajos ingresos.
Cuando Jim Crow impidió que 7 de cada 10 afroamericanos en el

sur votaran en la década de 1960, apoyamos al Consejo Regional del Sur para crear el innovador Proyecto de educación electoral, liderado en ese momento por

el icono de los derechos civiles (ahora congresista) John Lewis.Ayudó a 
participar en la práctica más sagrada de nuestra democracia. Y ayudamos al registrar a más de 300,000 nuevos votantes, quienes recuperaron su derecho a 

desarrollar una división que apoye los derechos básicos de los pobres y las Fondo de Defensa Legal de NAACP a expandirse más allá de los litigios para víctimas de discriminación. 

Cuando las madres negras que dependían de la red de seguridad social de Estados Unidos fueron atacadas a principios de la década de 1980, nos asociamos con organizaciones comunitarias para ayudar a proporcionar capacitación laboral, colocación y apoyo en el cuidado de niños a miles de madres solteras de bajos ingresos. Más del 95% eran mujeres de color. Y a partir de ese trabajo a principios de la década de 1990, ayudamos a lanzar Living Cities, una asociación de fundaciones e instituciones financieras originalmente enfocadas en viviendas asequibles, y ahora se enfoca en la movilidad económica y comunitaria para personas de color en 30 ciudades.

Debido a que sabemos que este trabajo aún está inacabado, hemos seguido oponiéndonos al racismo y al odio en nuestra era actual: cuando la ciudad de Nueva Orleans necesitaba un garante financiero para poder derribar las estatuas confederadas en 2017, avanzamos en silencio para ayudar quitan esos símbolos reprensibles que glorificaron la violencia contra los afroamericanos. Cuando la Iniciativa de Igualdad de Justicia de Bryan Stevenson se estaba preparando para abrir el Museo del Legado y el Monumento Nacional por la Paz y la Justicia en Montgomery, Alabama, en 2018, lo apoyamos porque sabemos que las historias de linchamiento y violencia contra los afroamericanos deben contarse para que podamos tener en cuenta Esta historia de hoy.

Nuestras acciones hablan del papel único que puede desempeñar la filantropía para impulsar el cambio social. Si bien es posible que no tengamos los recursos o el poder del gobierno, podemos identificar y actuar sobre soluciones cuando otros no lo hacen. Podemos asumir riesgos únicos que otros no pueden o no quieren. Podemos usar nuestra voz y amplificar las voces de otros que luchan contra la injusticia. Y podemos reunir a diferentes partes de la sociedad, sirviendo como un puente entre lo público y lo privado, entre organizaciones sin fines de lucro e inversionistas, entre las comunidades y los funcionarios del gobierno, trayendo a todos a la mesa para ayudar a resolver algunos de los mayores problemas que enfrentamos, para crear planes, programas e innovaciones que otros pueden seguir.

***
Ahora es, sin duda, un momento en que todos debemos unirnos para decir "suficiente", pero ¿sería suficiente el fin de la violencia racista?

Poner fin a la violencia contra los afroamericanos no sería suficiente cuando todavía se considera "normal" que el desempleo entre los trabajadores afroamericanos sea consistentemente mayor, y a veces el doble, que el de los trabajadores blancos; cuando, incluso antes de esta pandemia, el trabajador blanco medio ganaba un 28% más por semana que el trabajador afroamericano mediano y un 36% más que el trabajador hispano mediano; cuando la desigualdad de riqueza entre las familias blancas y las familias afroamericanas ha crecido un 67% en los últimos 40 años.

Terminar con la violencia contra los afroamericanos no serían suficientes, mientras que los niños y niñas afroamericanos todavía tienen que depender de sus escuelas para poder almorzar todos los días, en comunidades de bajos ingresos donde las tasas de diabetes y obesidad pueden ser de 4 a 5 veces más altas, y Esperanza de vida inferior en 15 años a la de los barrios más ricos de la misma ciudad.

Poner fin a la violencia contra los afroamericanos no sería suficiente cuando las comunidades afroamericanas han sido consistentemente los últimos lugares en obtener acceso a los kits de prueba Covid-19, a pesar de estar des proporcionadamente en mayor riesgo de esta pandemia destructiva debido a las desigualdades de salud preexistentes, el seguro insuficiente y otras vulnerabilidades. . No sería suficiente cuando las comunidades de color casi siempre tienen menos acceso a hospitales y atención médica de alta calidad, o cuando una futura madre afroamericana tiene tres veces más probabilidades de morir en el parto o por eso. 

Las desigualdades racistas en Estados Unidos están profundamente arraigadas en el tejido de nuestra sociedad, políticas públicas y estructuras de poder. Permean nuestro sistema de salud y nuestro sistema alimentario, y más de 150 años después del fin de la esclavitud todavía definen gran parte de la desigualdad en nuestra economía. Es la razón por la cual, para las comunidades afroamericanas y tantas otras comunidades minoritarias en este país, el sueño americano de igualdad de oportunidades nunca fue realmente accesible.

***
En 1967, el Dr. Martin Luther King, Jr. pronunció un discurso titulado "¿A dónde vamos desde aquí?" - una pregunta que muchos de nosotros hacemos hoy. Describió los fundamentos estructurales del racismo, la pobreza y la desigualdad, enraizados en "un sistema que todavía oprime" hoy como lo hizo entonces, un sistema que todavía necesita urgentemente una reforma. Declaró la necesidad de afirmar masivamente "dignidad y valor", con el objetivo final de "reestructurar a toda la sociedad estadounidense".

Me alegra que la Rev. Bernice King dijo esta semana que su padre "estaría extremadamente orgulloso" de todos los que hoy protestan por la justicia y contra la intolerancia. Y extraigo fuerzas de lo que dijo el Dr. King al final de ese discurso hace más de 50 años: "Démonos cuenta de que el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia".

Aunque la justicia puede estar aún más allá del horizonte, debemos seguirla. La realidad es que el racismo y el odio sistémicos en Estados Unidos no pueden y no serán desterrados en un día, una semana o un mes. Tampoco pueden resolverse generaciones de injusticia institucional mediante un único líder o cambio de política. El cambio estructural que buscamos sigue a 400 años de opresión, y tomará muchos más años superarlo.
Entonces, ¿dónde vamos desde aquí?

Seguimos adelante Nos mantenemos enfocados. Nos mantenemos erguidos, juntos. Escuchamos, aprendemos y ayudamos a nuestra familia y amigos a hacer lo mismo. Nos dedicamos nuevamente a luchar contra el racismo, la intolerancia y el odio en todas partes, utilizando nuestra voz y nuestro privilegio y nuestros recursos y nuestra capacidad para ser líderes morales, tanto personales como profesionales.

En la Fundación Rockefeller, nos comprometemos a tener una visión a largo plazo al agudizar nuestro enfoque en la lucha y acabar con el racismo y la desigualdad sistémicos en la sociedad estadounidense.

Creemos que una colaboración público-privada masiva para ampliar las pruebas de Covid-19 y el seguimiento de contactos pueden apoyar mejor nuestra economía y sociedad en el próximo año. Estamos trabajando a través de nuestros socios para hacer que las pruebas sean ubicuas y accesibles en todo el país con un enfoque específico en las comunidades afroamericanas y otras comunidades minoritarias en lugares como Baltimore, Nueva Orleans, Detroit, Oakland y docenas de otras ciudades. El reciente compromiso federal de rastrear el acceso a las pruebas de Covid-19 por raza y etnia es un primer paso importante para asegurarse de que Estados Unidos reconozca que una fuerte respuesta de pandemia liderada por la comunidad en las comunidades minoritarias de esta nación es esencial para superar una crisis que ya ha forzado demasiados estadounidenses de color para elegir entre su salud y sus medios de vida. 

También estamos luchando por las comunidades afroamericanas que tienen el doble de probabilidades de enfrentar el hambre y cuatro veces más probabilidades de sufrir enfermedades dietéticas como la diabetes y las enfermedades cardíacas. Estados Unidos se enfrenta a una pandemia de hambre, especialmente para los 30 millones de niños que dependen del Programa Nacional de Almuerzos Escolares, por lo que estamos apoyando a los socios para llegar a las comunidades afroamericanas y de otras minorías para transformar la forma en que funciona este programa para el verano y el próximo año escolar. Ninguna familia estadounidense debería tener que hacer cola en los bancos de alimentos para satisfacer sus necesidades básicas, sin embargo, sabemos que nuestra economía y sistema alimentario obliga a un número desproporcionado de familias minoritarias a esta grave situación. 

Y nuestra iniciativa de Equidad y Oportunidades Económicas recientemente anunciada ayuda a que el capital sea más accesible para las familias de bajos salarios y las pequeñas empresas propiedad de minorías y trabaja para garantizar que la red de seguridad estadounidense sea accesible y apoye a todos los necesitados. La familia afroamericana promedio casi no tiene riqueza (solo el 2% de lo que posee la familia blanca promedio), y esto no sucedió simplemente. Las herramientas más grandes de Estados Unidos para la creación de riqueza familiar: la educación pública K-12, el G.I. Los proyectos de ley, la propiedad de la vivienda, las pólizas de seguro social y una variedad de incentivos y créditos fiscales, a menudo se diseñaron y administraron para excluir específicamente a las familias afroamericanas. Estamos orgullosos de apoyar a nuestros socios para exigir cambios estructurales en la economía de los EE. UU., Incluido el cambio de las políticas de impuestos, ahorro e inversión que definen quién gana y quién pierde en la experiencia económica estadounidense.

Al mismo tiempo, sabemos que este momento es único en el que una nación en crisis exige un cambio. Y continuaremos apoyándonos y apoyando a los socios que trabajan para abordar el tema específico de la brutalidad policial, con la esperanza de que nuestra nación pueda ver los vídeos de los asesinatos brutales que han ocurrido, hablar en nuestras mesas, nuestras escuelas y negocios, y Llegue a la conclusión de que ya es suficiente. 

Como organización, apoyaremos a nuestros compañeros de equipo mientras defienden los valores de dignidad y justicia para todos. Apoyaremos a nuestros beneficiarios y socios a medida que juntos sigamos construyendo una sociedad más diversa, más justa y totalmente equitativa. Y continuaremos abogando por los cambios estructurales necesarios para garantizar que cada estadounidense se sienta seguro en el presente y tenga esperanzas sobre el futuro de sus hijos

Creemos firmemente que hacer avanzar a nuestra sociedad y tratar a todos con la dignidad y el respeto que merecen es una responsabilidad que todos compartimos. Debemos seguir exigiendo mejor, porque Ahmaud, George, Tony, Sean y Breonna ciertamente merecían algo mejor. Es por eso que, mientras lloramos y marchamos con sus familias y seres queridos, volvemos a comprometernos en la lucha contra el racismo y la intolerancia en todas sus formas, y asumiremos esta tarea con firme determinación durante el tiempo que sea necesario para construir una nación que refleje lo mejor de sí misma. Ideales. 
 
A continuación copio la carta original de la que recibí hoy 7/6/2020, por correo electrónico, y estuve a punto de borrar el correo, simplemente porque pensaba que era un nuevo timo. Pero me equivoque era más que una simple misiva.
 


Dr. Rajiv J. Shah, President of The Rockefeller Foundation <President.RajShah@rockfound.org>
Sáb 06/06/2020 21:58

https://gallery.mailchimp.com/13b1929f69c721ee55b181c3e/images/bcfe4f77-d820-4042-949c-52feb5a7d882.png

Dear Foundation Friends and Colleagues,
The past eight days have been a time of extreme pain, heartbreak, and reflection for our country. 
My wife and I are both children of immigrants from India, and like every person of color, we each know the exact moment when we first realized we weren’t like everyone else. And even though we have both experienced racism and discrimination in different forms, the systemic racism and extraordinary violence African Americans have lived with and continue to experience is unique in its history and depth.
As I said earlier this week, the recent murders of Ahmaud Arbery, George Floyd, Tony McDade, Sean Reed, and Breonna Taylor leave me angry and heartbroken. These acts of violence and police brutality are despicable. Yet again, innocent men and women were killed for no other reason than the color of their skin.
Enough is enough. How many more African American men and women, boys and girls will die before we finally stamp out the racism, bigotry, and hatred that plagues our society? It’s time for this to end. And yet I know we’ve said “Enough is enough” and “it’s time for this to end” so many times before. We said it after Philando Castile, after Sandra Bland, after Tamir Rice, after Michael Brown, after Eric Garner, after Trayvon Martin, and many more. We’ve been saying it years. For decades. For centuries.
***
I’m grateful to our entire team at the Rockefeller Foundation for their thoughtful engagement in multiple dialogues we’ve had over the last week. Our team – global, diverse, and driven by the fundamental desire to serve others and particularly the most vulnerable amongst us – understands this is a moment when we can say “enough is enough” and through our actions help make that statement real.
It’s painful that these murders occurred during a pandemic that is disproportionately threatening, and destroying, the livelihoods and lives of African Americans, Hispanic Americans, and other minority communities. Tens of millions have lost their jobs, and hundreds of thousands have lost family, friends, and loved ones. Their anguish and despair is real and understandable. So is their outrage at countless decades of racist murders.
It’s painful that our African American colleagues have to relive the trauma of watching someone who looks like them be killed, and once again feel the incomprehensible worry about whether they or someone they love might be next.
It’s painful to see police vehicles charging into groups of unarmed protestors in broad daylight just a few minutes’ walk from the homes and neighborhoods where our colleagues live and raise their families.
Not enough can ever be said of the unique pain, suffering, and injustice that African Americans have experienced and continue to experience in this country. Not enough has ever been done to end this oppression in all its forms, and truly heal the wounds of centuries of racism and bigotry.
***
For more than 100 years, The Rockefeller Foundation has worked to advance racial equality in America because it is core to our values. We are proud to have stood for and fought for racial justice for decades, and we’re proud of our team members, grantees, and partners that are on the front lines today. Many have been in this fight for a long time.
Going back more than a century our organization has been an imperfect yet consistent supporter of the cause. In fact, the Rockefeller tradition of supporting racial equity started before this Foundation existed. Our founder, John D. Rockefeller, Sr. supported historically black colleges and universities (HBCUs) when they were one of the only avenues for young African American women and men to pursue higher learning; Spelman College is named after his wife Laura Spelman and her parents, who were among its earliest benefactors in the 1880s. And The Rockefeller Foundation has carried forward this banner from its earliest decades.
When modern medicine was in its infancy in the early 20th century, and schools refused to admit African Americans, we helped create medical schools at HBCUs to train generations of African American doctors and nurses. They had early insights into what we now know to be true: that HBCUs have been essential to creating upward mobility for low-income students of color.
When Jim Crow prevented 7-in-10 African Americans in the South from voting in the 1960s, we supported the Southern Regional Council to create the groundbreaking Voter Education Project, led at the time by civil rights icon (now-Congressman) John Lewis. It helped register more than 300,000 new voters, who regained their right to participate in our democracy’s most sacred practice. And we helped the NAACP Legal Defense Fund expand beyond litigation to develop a division that supports the basic rights of the poor and victims of discrimination.
When black mothers who relied on America’s social safety net came under attack in the early 1980s, we partnered with community-based organizations to help provide job training, placement, and childcare support to thousands of low-income single mothers. More than 95% were women of color. And building on that work in the early 1990s, we helped launch Living Cities, a partnership of foundations and financial institutions originally focused on affordable housing, and now focuses on community and economic mobility for people of color in 30 cities.
Because we know this work is still unfinished, we’ve continued to stand against racism and hatred in our current era: When the city of New Orleans needed a financial guarantor so it could take down Confederate statues in 2017, we quietly stepped forward to help them remove those reprehensible symbols that glorified violence against African Americans. When Bryan Stevenson’s Equal Justice Initiative was preparing to open the Legacy Museum and National Memorial for Peace and Justice in Montgomery, Alabama in 2018, we supported it because we know the stories of lynching and violence against African Americans must be told so we can reckon with this history today.
Our actions speak to the unique role philanthropy can play in driving social change. While we may not have the resources or the power of government, we can identify and act on solutions when others fail to do so. We can take on unique risks that others can’t or won’t. We can use our voice and amplify the voices of others fighting injustice. And we can bring together different parts of society – serving as a bridge between public and private, between non-profits and investors, between communities and government officials, bringing everyone to the table to help solve some of the biggest problems we face – to create plans, programs, and innovations that others can follow.
***
Now is unquestionably a time when we must all join together to say “enough” – but would an end to racist violence be enough?
Ending violence against African Americans would not be enough when it’s still seen as ‘normal’ for unemployment among African American workers to consistently be higher, and sometimes double, that of white workers; when, even before this pandemic, the median white worker earned 28% more per week than the median African American worker and 36% more than the median Hispanic worker; when wealth inequality between white families and African American families has grown by 67% over the last 40 years.
Ending violence against African Americans would not be enough while African American boys and girls still have to rely on their schools to be able eat lunch every day, in low-income communities where rates of diabetes and obesity can be 4-5 times higher – and life expectancy more than 15 years lower – than wealthier neighborhoods in the same city.
Ending violence against African Americans would not be enough when African American communities have consistently been the last places to get access to Covid-19 testing kits, despite being disproportionately at higher risk to this destructive pandemic because of preexisting health inequalities, underinsurance, and other vulnerabilities. It wouldn’t be enough when communities of color almost always have less access to high-quality hospitals and healthcare, or when an African American mother-to-be is three times more likely to die in childbirth or because of it.
The racist inequities in America are baked deep into the fabric of our society, public policies, and power structures. They permeate our health system, and our food system, and more than 150 years after the end of slavery they still define so much of the inequality in our economy. It’s the reason why, for African American communities and so many more minority communities in this country, the American Dream of equal opportunity was never truly accessible.
***
In 1967, Dr. Martin Luther King, Jr. gave a speech titled “Where do we go from here?” – a question that many of us are asking today. He described the structural foundations of racism, poverty, and inequality – rooted in “a system that still oppresses” today as it did then, a system still in dire need of reform. He declared the need to massively assert “dignity and worth,” with the ultimate objective of “restructuring the whole of American society.”
I’m heartened Rev. Bernice King said this week that her father “would be extremely proud” of everyone today who’s protesting for justice and against bigotry. And I draw strength from what Dr. King said at the end of that speech more than 50 years ago: “Let us realize that the arc of the moral universe is long, but it bends toward justice.”
Though justice may be still beyond the horizon, we must still pursue it. The reality is that systemic racism and hatred in America cannot and will not be banished in a day, a week, or a month. Nor can generations of institutional injustice be resolved by a single leader or policy change. The structural change we seek follows 400 years of oppression, and it will take many more years to overcome.
So where do we go from here?
We go forward. We stay focused. We stand tall, together. We listen, and learn, and help our family and friends do the same. We rededicate ourselves to fighting racism, bigotry, and hatred everywhere it exists – using our voice and our privilege and our resources and our capacity to be moral leaders, both personally and professionally.
At The Rockefeller Foundation, we’re committing to take the long view by sharpening our focus on fighting and ending systemic racism and inequality in American society.
We believe a massive public-private collaboration to scale up Covid-19 testing and contact tracing can best support our economy and society in the coming year. We are working through our partners to make testing ubiquitous and accessible across our nation with a specific focus on African American communities and other minority communities in places like Baltimore, New Orleans, Detroit, Oakland, and dozens of other cities. The recent federal commitment to track Covid-19 testing access by race and ethnicity is an important first step to make sure America recognizes that a strong, community-led pandemic response in minority communities across this nation is essential to overcome a crisis that has already forced too many Americans of color to choose between their health and their livelihoods. 
We’re also fighting for African American communities that are twice as likely to face hunger, and four times more likely to suffer dietary diseases such as diabetes and heart disease. America is facing a hunger pandemic – particularly for the 30 million children who rely on the National School Lunch Program – and so we are supporting partners to reach African American and other minority communities to transform how this program works for the summer and coming school year. No American family should have to line up at food banks to meet their basic needs, yet we know that our economy and food system forces a disproportionate number of minority families into this dire situation.
And our recently announced Equity and Economic Opportunity initiative helps make capital more accessible to low-wage families and minority-owned small businesses and works to ensure the American safety net is accessible and supportive of all those in need. The average African American family has almost no wealth (just 2% of what the average white family owns), and this did not just happen. America’s biggest tools for the creation of household wealth – K-12 public education, the G.I. Bill, home ownership, social insurance policies, and a variety of tax incentives and credits – were often designed and administered to specifically exclude African American families. We are proud to stand with our partners to demand structural changes in the U.S. economy, including changing the tax, savings, and investment policies that define who wins and who loses in the American economic experience.
At the same time, we know this moment is a unique one where a nation in crisis demands change. And we will continue to stand with and support partners working to address the specific issue of police brutality, in the hope that our nation may watch the videos of the brutal killings that have transpired, talk at our dinner tables, our schools and businesses, and come to the conclusion that enough is enough.
As an organization, we will stand with our teammates as they uphold the values of dignity and justice for all. We will stand with our grantees and partners as we together continue to build a more diverse, more just, and fully equitable society. And we will continue to advocate for the structural changes required to ensure every American feels safe in the present and hopeful about their children’s future.
We believe firmly that moving our society forward and treating everyone with the dignity and respect they deserve is a responsibility we all share. We must keep demanding better, because Ahmaud, George, Tony, Sean, and Breonna certainly deserved better. That’s why, as we mourn and march with their families and loved ones, we recommit to fighting racism and bigotry in all its forms – and we will embrace this task with steadfast resolve for as long as it takes to build a nation that reflects its best ideals.
                                   la firma del presidente de la fundación no la he podido reproducir. no me ha dejado la opción de copiar y pegar.

lunes, 1 de junio de 2020

El Sueño

El País de la Piel de Toro

                                Madrid 11/11/2019

Estoy totalmente relajado, no me puedo mover, mis extremidades, no me responde, no puedo hablar, solo emito sonidos, voy flotando, veo un punto en el horizonte en este gran lago, o océano está todo muy tranquilo, la luz es débil, como el ocaso. Veo algo a lo lejos un punto oscuro en el horizonte

El punto, cada vez se  va acercando hacia la orilla, ya la veo más nítido, ¡es la proa de una barca¡ de remos, en el centro se encuentra un viejo desnudo y musculoso, el barquero, su rostro es frío y apático,

Cada vez más cerca, me da miedo su presencia, sus facciones, pelo y barba sin arreglar, su cara llena de multitud de pliegues, y cicatrices, cara triangular, sus ojos hundidos en sus cuencas, su cristalino blanco, como si estuviese cataratas, su torso es de estructura  atlética, sus musculo flácidos, por el paso de los años, y de altura mediana.

Me siento desnudo y húmedo, creo que me orine encima, mientras floto, pienso si esto es el Aqueronte griego, no me hundo,  me cuesta controlar la respiración, ¿es qué estoy muerto?

¡No es la Cruz Roja del Mar¡ Lo que me imaginaba, tampoco es  el salvamento marítimo, el anciano enquillotró  la nave de  la proa en la fina arena. Se identifica como Caronte  y me dice que me estaba esperando.

 Me señala con el remo en alto hacia la otra orilla del río, allá está el famoso Hades, te están esperando, pero para poder cruzarle, mis honorarios son una simple moneda.

Aceptó la propuesta, del bolsillo del pantalón, extraje un billete de 50 euros, se lo doy para que se cobre, me mira con sus ojos penetrantes y su rostro de mal carácter,

El marino, me dice: ¿estás tonto o que? no llevo cambio, y que volvería dentro de 100 años. ¡Esos! es una eternidad le digo, la misma respuesta me la dio el conductor de la Bus, invitándome a bajar en la siguiente parada.

¡Abuelo, ¡tuve que andar varios kilómetros ! hasta llegar a este lugar, no me haga usted esa faena,¿ se puedo negociar? Llévame hacia la otra orilla y le juro que volveré en cuanto pueda y le pagaré ese asqueroso euro.

O quédese con el billete de cincuenta de fianza, no puedo, alega, ya quisiera yo, pero el jefe quiere monedas, pues estas dura más que los billetes, que se descomponen en menos de mil años.

Está bien, anciano, me podía vender esa escalera que lleva en la popa, pues subiré con ella al cielo, usted no me hace falta, Jajajaja, rió, el vetusto. Aunque subieras, tendrías que llamar a su puerta, y no creo que sea tan rápido como mí servicios.

La única manera de llegar a ese paraíso cristiano, es cruzando este torrencial y caudaloso afluente, que es el Cosito, osease a ver si lo entiendo ese lenguaje mitológico.  “de peaa pa, “quiere usted la moneda, y si no, yo me quedo vagando cien años en la orilla, hasta que vuelva  aparecer.

En esos momentos cuando dije, Señor, se escuchó un fuerte estruendo. Ra. Ra. Ra. Y un rayo luminoso se enfocó mis debilitados ojos, cegándome, en ese mismo instante de mi garganta, salió un grito miedoso, ¿es que no te vas levantar hoy?, son las diez de la mañana.

Al reconocer la voz de mi mamá, le dije asustado otra vez, tuve otra parálisis del sueño, como una pesadilla legendaria. Eso te pasa por escuchar tanto a ese “Emily” me dijo mi mama mientras habría la hojas de las ventana, ¿que tiene que ver mi prima con esto cuestione ?,- ¿no se llama así el que sale por la radio hablando, en esas lenguas  de los Romanos?

“Mamá”, se llama Aemilius del Rio,  y me respondió, con la misma moneda, ¿y que tiene que ver el de la Macarena ahora? Me argumentó mi madre, después de ordenarme, que me levantara ya.

Advirtiendo que llegaba tarde al trabajo. Después de obedecerla y levantarme, después de  sanarme, desayuné y Salí por la puerta hacia la calle, por la tarde cuando llegara a casa, escucharía las voces de sus ilustrísimas, Preceptora y catedrático en lenguas antiguas, gracias por los podcast de rne