Un Redactio más

lunes, 1 de junio de 2020

El Sueño

El País de la Piel de Toro

                                Madrid 11/11/2019

Estoy totalmente relajado, no me puedo mover, mis extremidades, no me responde, no puedo hablar, solo emito sonidos, voy flotando, veo un punto en el horizonte en este gran lago, o océano está todo muy tranquilo, la luz es débil, como el ocaso. Veo algo a lo lejos un punto oscuro en el horizonte

El punto, cada vez se  va acercando hacia la orilla, ya la veo más nítido, ¡es la proa de una barca¡ de remos, en el centro se encuentra un viejo desnudo y musculoso, el barquero, su rostro es frío y apático,

Cada vez más cerca, me da miedo su presencia, sus facciones, pelo y barba sin arreglar, su cara llena de multitud de pliegues, y cicatrices, cara triangular, sus ojos hundidos en sus cuencas, su cristalino blanco, como si estuviese cataratas, su torso es de estructura  atlética, sus musculo flácidos, por el paso de los años, y de altura mediana.

Me siento desnudo y húmedo, creo que me orine encima, mientras floto, pienso si esto es el Aqueronte griego, no me hundo,  me cuesta controlar la respiración, ¿es qué estoy muerto?

¡No es la Cruz Roja del Mar¡ Lo que me imaginaba, tampoco es  el salvamento marítimo, el anciano enquillotró  la nave de  la proa en la fina arena. Se identifica como Caronte  y me dice que me estaba esperando.

 Me señala con el remo en alto hacia la otra orilla del río, allá está el famoso Hades, te están esperando, pero para poder cruzarle, mis honorarios son una simple moneda.

Aceptó la propuesta, del bolsillo del pantalón, extraje un billete de 50 euros, se lo doy para que se cobre, me mira con sus ojos penetrantes y su rostro de mal carácter,

El marino, me dice: ¿estás tonto o que? no llevo cambio, y que volvería dentro de 100 años. ¡Esos! es una eternidad le digo, la misma respuesta me la dio el conductor de la Bus, invitándome a bajar en la siguiente parada.

¡Abuelo, ¡tuve que andar varios kilómetros ! hasta llegar a este lugar, no me haga usted esa faena,¿ se puedo negociar? Llévame hacia la otra orilla y le juro que volveré en cuanto pueda y le pagaré ese asqueroso euro.

O quédese con el billete de cincuenta de fianza, no puedo, alega, ya quisiera yo, pero el jefe quiere monedas, pues estas dura más que los billetes, que se descomponen en menos de mil años.

Está bien, anciano, me podía vender esa escalera que lleva en la popa, pues subiré con ella al cielo, usted no me hace falta, Jajajaja, rió, el vetusto. Aunque subieras, tendrías que llamar a su puerta, y no creo que sea tan rápido como mí servicios.

La única manera de llegar a ese paraíso cristiano, es cruzando este torrencial y caudaloso afluente, que es el Cosito, osease a ver si lo entiendo ese lenguaje mitológico.  “de peaa pa, “quiere usted la moneda, y si no, yo me quedo vagando cien años en la orilla, hasta que vuelva  aparecer.

En esos momentos cuando dije, Señor, se escuchó un fuerte estruendo. Ra. Ra. Ra. Y un rayo luminoso se enfocó mis debilitados ojos, cegándome, en ese mismo instante de mi garganta, salió un grito miedoso, ¿es que no te vas levantar hoy?, son las diez de la mañana.

Al reconocer la voz de mi mamá, le dije asustado otra vez, tuve otra parálisis del sueño, como una pesadilla legendaria. Eso te pasa por escuchar tanto a ese “Emily” me dijo mi mama mientras habría la hojas de las ventana, ¿que tiene que ver mi prima con esto cuestione ?,- ¿no se llama así el que sale por la radio hablando, en esas lenguas  de los Romanos?

“Mamá”, se llama Aemilius del Rio,  y me respondió, con la misma moneda, ¿y que tiene que ver el de la Macarena ahora? Me argumentó mi madre, después de ordenarme, que me levantara ya.

Advirtiendo que llegaba tarde al trabajo. Después de obedecerla y levantarme, después de  sanarme, desayuné y Salí por la puerta hacia la calle, por la tarde cuando llegara a casa, escucharía las voces de sus ilustrísimas, Preceptora y catedrático en lenguas antiguas, gracias por los podcast de rne




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