El País de la Piel de Toro
Madrid
11/11/2019
Estoy totalmente relajado, no me puedo mover, mis
extremidades, no me responde, no puedo hablar, solo emito sonidos, voy flotando,
veo un punto en el horizonte en este gran lago, o océano está todo muy
tranquilo, la luz es débil, como el ocaso. Veo algo a lo lejos un punto oscuro
en el horizonte
El punto, cada vez se va acercando hacia la orilla, ya la veo más
nítido, ¡es la proa de una barca¡ de remos, en el centro se encuentra un viejo
desnudo y musculoso, el barquero, su rostro es frío y apático,
Cada vez más cerca, me da miedo su presencia, sus
facciones, pelo y barba sin arreglar, su cara llena de multitud de pliegues, y
cicatrices, cara triangular, sus ojos hundidos en sus cuencas, su cristalino
blanco, como si estuviese cataratas, su torso es de estructura atlética, sus musculo flácidos, por el paso
de los años, y de altura mediana.
Me siento desnudo y húmedo, creo que me orine encima,
mientras floto, pienso si esto es el Aqueronte
griego, no me hundo, me cuesta controlar
la respiración, ¿es qué estoy muerto?
¡No es la Cruz Roja del Mar¡ Lo que me imaginaba, tampoco
es el salvamento marítimo, el anciano enquillotró la nave de la proa en la fina
arena. Se identifica como Caronte y me dice que me estaba esperando.
Me señala con el
remo en alto hacia la otra orilla del río, allá está el famoso Hades, te están esperando, pero para
poder cruzarle, mis honorarios son una simple moneda.
Aceptó la propuesta, del bolsillo del pantalón, extraje un billete de 50 euros, se lo doy para que se cobre, me mira con sus ojos
penetrantes y su rostro de mal carácter,
El marino, me dice: ¿estás tonto o que? no llevo cambio, y que volvería
dentro de 100 años. ¡Esos! es una eternidad le digo, la misma respuesta me la
dio el conductor de la Bus, invitándome a bajar en la siguiente parada.
¡Abuelo, ¡tuve que andar varios kilómetros ! hasta llegar
a este lugar, no me haga usted esa faena,¿ se puedo negociar? Llévame hacia la
otra orilla y le juro que volveré en cuanto pueda y le pagaré ese asqueroso
euro.
O quédese con el billete de cincuenta de fianza, no puedo, alega, ya quisiera yo, pero el jefe quiere monedas, pues estas dura más que
los billetes, que se descomponen en menos de mil años.
Está bien, anciano, me podía vender esa escalera que
lleva en la popa, pues subiré con ella al cielo, usted no me hace falta,
Jajajaja, rió, el vetusto. Aunque
subieras, tendrías que llamar a su puerta, y no creo que sea tan rápido como mí
servicios.
La única manera de llegar a ese paraíso cristiano, es
cruzando este torrencial y caudaloso afluente, que es el Cosito, osease a ver si lo entiendo ese lenguaje mitológico. “de peaa pa, “quiere usted la moneda, y si no, yo me quedo vagando cien años en la
orilla, hasta que vuelva aparecer.
En esos momentos cuando dije, Señor, se escuchó un fuerte
estruendo. Ra. Ra. Ra. Y un rayo luminoso se enfocó mis debilitados ojos,
cegándome, en ese mismo instante de mi garganta, salió un grito miedoso, ¿es
que no te vas levantar hoy?, son las diez de la mañana.
Al reconocer la voz de mi mamá, le dije asustado otra
vez, tuve otra parálisis del sueño,
como una pesadilla legendaria. Eso te pasa por escuchar tanto a ese “Emily” me
dijo mi mama mientras habría la hojas de las ventana, ¿que tiene que ver mi
prima con esto cuestione ?,- ¿no se llama así el que sale por la radio
hablando, en esas lenguas de los
Romanos?
“Mamá”, se llama Aemilius del Rio, y me respondió, con la misma moneda, ¿y que
tiene que ver el de la Macarena
ahora? Me argumentó mi madre, después de ordenarme, que me levantara ya.
Advirtiendo que llegaba tarde al trabajo. Después de
obedecerla y levantarme, después de sanarme,
desayuné y Salí por la puerta hacia la calle, por la tarde cuando llegara a
casa, escucharía las voces de sus ilustrísimas, Preceptora y catedrático en lenguas
antiguas, gracias por los podcast de rne
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