El País de la Piel de Toro
Era Agosto del el año 1994, de un verano, caluroso dia del mes, en que con nuestro pequeño retoño cumplía dos meses y después de un día abrazado por el astro Rey, esperando su puesta.
A la derecha estaba el alto y enorme rosal, llenando de su exquisita fragancia aromática la calle, dejando ver sus majestuosos ramitos de pequeñas rojas rosas.
Como dije antes, me guarde un trocito de este impresionante rosal. De peti mini, cómo la abuela lo llamaba, y no supo quien lo plantó.
Pero ante de esta gran despedida, me ofreció unos nuevos esquejes, de su fiel y fuerte tronco, para que le siguiera recordando cada primavera, y si alguna vez me fallaba LA MEMORIA, Le fuera recordando con su exquisito aroma, como es la vida. Cuando uno pierde algo tan querido.
Escribo esto dando fe, de la continuidad de este gran rosal, pequeño de rosas rojas, sabiendo que unas mayoría de los mortales, afirmarán que esto es una “ GILIPOLLEZ “ más, y lo mismo que puede ser una declaración de amor en público, o en algún medio visual, o hacer todo lo posible, para robar protagonismo a, cualquier persona famosa dejándola a esta por mentirosa.
Enrique Manuel Hidalgo |
El Pequeño Rojo Rosal viajero.
Madrid 14 abril de 2010
Esta, pequeña maceta. Corresponde a un rosal originario de un pequeño municipio Manchego de nuestro queridísimo territorio Nacional.
El rosal en origen, estaba situado, en una pequeña parcela dentro del mismo casco urbano en dicha localidad.
Madrid 14 abril de 2010
Esta, pequeña maceta. Corresponde a un rosal originario de un pequeño municipio Manchego de nuestro queridísimo territorio Nacional.
El rosal en origen, estaba situado, en una pequeña parcela dentro del mismo casco urbano en dicha localidad.
Pasando en numerosas veces
inadvertido por mí, por la gran altura, anchuras de su enorme y
espinosos tallos, pensando muchas veces de tratarse de una enorme Zarza.
¿Quién sabe cómo pudo llegar? a ese lugar, abrazado por la mitad de la mediana pared de piedra y adobe, que dividía la pequeña cerca donde está le protegían de las más adversa climatología de la zona.
¿Quién sabe cómo pudo llegar? a ese lugar, abrazado por la mitad de la mediana pared de piedra y adobe, que dividía la pequeña cerca donde está le protegían de las más adversa climatología de la zona.
Pero este pequeño tallo, no sería tan
importante, para quien escribe, como fue el gesto tan extraordinario de
cómo arrebate de sus dominios, del original y majestuosos brazos espinoso de este rosal silvestre, le corte un fuerte tallo sin
raíz, pues éste, estaba tan ligado y soldado en su tierra y en lo más profundo de esa dura capa de suelo, que se
defendió, clavándome sus afiladas y punzantes defensas.
Sabiendo de mis
intenciones, se protegió de mi brutal ataque, como si fuera su mayor depredador.
De mis brazos salió, pequeño y fluidos reguerillos de mi
vital liquido rojo, mezclándose con su pequeña y olorosa rosas rojas, camuflándose la linfa.
Era Agosto del el año 1994, de un verano, caluroso dia del mes, en que con nuestro pequeño retoño cumplía dos meses y después de un día abrazado por el astro Rey, esperando su puesta.
Salimos la familia. Abuela nieto e
hijos para un pequeño paseo, y en una calle cuesta arriba dentro del casco urbano.
Empujando el coche porta bebés, de nuestro recién nacido heredero, llegamos al
lugar, donde se encontraba el gran arbusto de hojas verdes y multitud de ramilletes de pequeñas rosas rojas.
A la derecha estaba el alto y enorme rosal, llenando de su exquisita fragancia aromática la calle, dejando ver sus majestuosos ramitos de pequeñas rojas rosas.
Como dije antes, me guarde un trocito de este impresionante rosal. De peti mini, cómo la abuela lo llamaba, y no supo quien lo plantó.
Ella dijo que siempre lo conoció en este mismo lugar desde muy chica en este vació vallado.
Anochecido ya y con un nuevo pimpollo lo deposite en un pequeño y no profundo
hoyo, de nuestro empedrado patio corral, al borde de la llamada gavia,
este nombre los lugareños llaman un pequeño surco que atraviesa de
corral a corral, donde recorres las aguas recogidas por los anchos
empinados tejados, filtrando el preciado elixir de la vida, en lo más
hondo de sus entrañas, en el pavimentos virgen .
En la mañana siguiente, la abuela se percató del nuevo inquilino, diciendo que no iba agarrar por qué no era su época de traslado y con este calor la savia se seca.
En la mañana siguiente, la abuela se percató del nuevo inquilino, diciendo que no iba agarrar por qué no era su época de traslado y con este calor la savia se seca.
En la primavera del siguiente año 1995 creció y se multiplico, en hojas y
nuevos tallos creció, apreciándose unos diminuto capullitos rojos, con su
elegancia aromática.
Los años pasaba, creció el nuevo rosal, nos
dejaba cada primavera y verano, cientos de ramilletes de olorosa, pequeñas y rojas rosas.
Unos años después, se edifico en la parcela, donde se encontraba sus ancestros desapareciendo de su pueblo, su hogar de origen, la espinosa causa del rosal.
Unos años después, se edifico en la parcela, donde se encontraba sus ancestros desapareciendo de su pueblo, su hogar de origen, la espinosa causa del rosal.
La madre de este gran rosal de
nuestro patio que plante arrebatándole de su brazo espinoso, un tallo.
Pero la desaparición al olvido no estaba en su favor, pero el destino quiso que se adelantara unas obras de reforma en el año
2008 en nuestra hacienda y se tuvo que arrancar este gran rosal, pequeño pero olorosa fragancia que se mezclaban sus aromas con la del Azahar del viejo Naranjo, dejando en la vivienda un agradable perfume de esencias fresca el los limites de las perfectas rosas rojas, muy a pesar mío:
Pero ante de esta gran despedida, me ofreció unos nuevos esquejes, de su fiel y fuerte tronco, para que le siguiera recordando cada primavera, y si alguna vez me fallaba LA MEMORIA, Le fuera recordando con su exquisito aroma, como es la vida. Cuando uno pierde algo tan querido.
Como el amor
de otros, que no dejaron de luchar en esta actividad de supervivencia, para el bienestar, de sus
descendientes.
Recordando que nació pequeño, como el municipio, creció
como en una Ciudad Real, y se movió por el mundo gracias al componente símbolo y carácter del correo
universal, y en medidas quiso desaparecer, sin ser recordado, como se destruyen las correspondencias, que ya hicieron su función.
Escribo esto dando fe, de la continuidad de este gran rosal, pequeño de rosas rojas, sabiendo que unas mayoría de los mortales, afirmarán que esto es una “ GILIPOLLEZ “ más, y lo mismo que puede ser una declaración de amor en público, o en algún medio visual, o hacer todo lo posible, para robar protagonismo a, cualquier persona famosa dejándola a esta por mentirosa.
Pero yo lo que quiero dejar escrito, esta declaración porque
hace tiempo, que mi corazón me lo está pidiendo y no me gustaría notar
en un futuro como sus lágrimas rojas, se pierdan en la nada, como la
madre de este Rosal Rojo, pero grande en elegancia.
Enrique Manuel Hidalgo para El País de la Piel de Toro