Museo del Bomberos |
Madrid 16 de febrero 2022
Los bomberos
Toc, Toc, Toc, llamaron a mi puerta intensamente y llamando por mi nombre, no era todavía mi hora laboral. Aún así abrí, una vecina me decía que llevara a la parte de atrás de la finca un largo palo, que alcanzase una altura, viendo los cepillos y las fregonas ordenados, me indico que cogiera uno de ellos, cogí el más estropeado y fuimos a la parte posterior de la finca, explicándome que su hermana estaba detrás en el aparcamiento por no subir a casa y molestarme, pues estaba en una reunión de teletrabajo. La indico por teléfono que le tirase las llaves al suelo, pero la vecina las metió en una bolsa de plástico, y las tiro desde el décimo piso con la mala suerte de no contar con el aire que en esos instante se levantaba, arrastrando la talega hacia los árboles contiguos a la finca. Llegamos a la parte trasera, por la altura me fue imposible llegar pues serían unos cuatros metros de altura, ni moviendo el tronco del árbol, era como un poster de cemento enclavado en la tierra. Las dos hermanas se separaron unos metros de mi y empezaron una conversación entre ellas, a los pocos minutos una de ella celular en mano atendió una llamada. Al rato se dirigió a mi comentándome, se tenía que llevar al médico a su hijo por estar con fiebre. Preguntándome si me podía hacer cargo de atender a los bomberos que vendrían en unos 20 minutos, la dije que sí y fui a deja el cepillo a su sitio. Tuve que subir corriendo del sótano, el ulular de la sirena de emergencia se escuchaba cada vez más cerca, cuando llegue a la vía pública les di el alto, se bajaron cuatro persona uniformada, mientras tanto se arremolinaba una multitud de personas a escasos metros del coche, una de ellas, Isabel que estaba paseando su perro me pregunto en cual piso estaba el fuego pues estaba asustada y preocupada con el coche de bomberos en la finca, ya que hacía pocos meses que compró el piso y lo estaba pagando, la tranquilice le dije que vinieron por aviso de otra vecina a rescatar unas llaves que se quedaron atrapadas en la ramas del árbol. Se quedó anonadada y no entendía que para una llaves tenían que mover una patrulla de emergencia, no quise entra en polémica. También el portero de la finca colindante protestó ante la llamada de emergencia, condenando a la irresponsabilidad de la causante del aviso, ante mi cara de asombro me dijo que la llamada fuera justificada para bajar un gato del árbol, pues estamos hablando de una vida. Hombre le dije esto era más peligrosos pues tenía el riesgo de caer las llaves sobre un transeúnte a esa altura podría hacerle mucho daño, mientras tanto el operario bajaba la bolsa de plástico de las llaves y se la entregaba a su dueña, desconozco la plática entre ellos.
Me escabullí del compañero y me fui hacia los operarios del ayuntamiento que estaban recogiendo el material para largarse a su base ante que subiese al camión, uno de ellos, me dijo que como se iban anegar ante una petición de socorro a una bonita mujer, me reí y les di la gracias por el servicio preguntando si era normal este tipo de trabajo desarrollado por ustedes, contestando me que ellos ya hacía de todo como los conserjes y porteros.
Enrique M. Hiidalgo para el Pais de la Piel de Toro