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lunes, 1 de septiembre de 2025

Fin de semana en Córdoba

El País de la Piel de Toro

Torre campanario en la Mezquita 




 Madrid 25/9/2023

1.514 palabras




Veintitrés de Septiembre 2023 primer día de Otoño en Córdoba, haciendo mención de la canción del de música Rock Andaluz de Medina Azahara,  tenía muchísimas ganas de Conocer esta inolvidable Ciudad Andaluza cuna de inmortales Filósofos, pensadores ilustres maestros del comportamiento cívico antiguo y clásicos que generaciones de ciudadanos que  adquirieron su carácter amable serviciales graciosos con acentos y cantaores de poesías como se quedan reflejados en sus documentos de la querida Bética Romana reflejo de su querida Corduba del entrañable y admirado Lució Séneca.  La primera vez que entré en la Ciudad venía en tren desde Málaga en 1983, y a las pocas horas salía el autocar que me llevaría ese permiso vacacional para Cabeza Del Buey. Y me quedé con la miel en la boca y el disgusto de no conocer la milenaria Ciudad, años después aunque el pueblo, se encontraba a 130 kilómetros de la ciudad andaluza, el problema era no tener remuneraciones económicas, para hacer turismos y acercarnos a conocer Las Ruinas Arqueológicas de la Ciudad de Abderraman que construyó su palacio a su querida Medina Azahara, por su amor,  un regalo, eso es lo que contaba la leyenda, que desde que tenía uso de razón no deje de pensar la forma de ir a visitar la ciudad. Ya que como todos los veranos, en las tardes de calor mis padres nos acercaban al río Zújar a tan solo doce o trece  kilómetros del pueblo y límites de la provincia cordobesa. Yo deseaba cumplir los dieciocho años para sacarme el carnet de conducir, y viajar esos 130 kilómetros que separaba de Cabeza del Buey a Córdoba, pero seguía teniendo un problema, no tenía coche aunque si trabajo, pero el sueldo que me daban no alcanzaba a tener demasiado ocio cultura  ni hacer turismo de provincias. Pero seguíamos veraneando en el pueblo. Recuerdo un verano recién cumplidos los veinticinco años, que le pedí el Seat 850 a mi padre para trasladarnos hacia  Córdoba, pero la negativa de mi tutor nos echó atrás, que la carretera era estrecha y peligrosa aparte que con el calor que estaba haciendo este verano se calentarse el coche con el riesgo de quemar el motor. Desistimos pues tenía razón y una década después pudimos ahorrar y comprar un coche mi novia y yo, así que las vacaciones nos la pasaremos la mayor parte en Ciudad Real y Cabeza del Buey, aunque teníamos tiempo pero no dinero, nos quedamos sin visitar otra vez Córdoba, décadas después cuando cambie de coche más potente y con aire acondicionado, que echamos de falta en los traslados veraniegos entre las dos provincias,  en los años 2000. Planeábamos ir desde Cabeza del buey a Córdoba en ida y vuelta en el día, este año también de calor, todo estaba preparado el día anterior y una visita  de mis primos nos alertó que era imposible estar en Córdoba con este calor, que venían ellos desde allí, y en su vida pasaron tanta fatigas por aquellas calles. Como si fuese un mal presagio antes aquellas advertencias,  mis primos nos recomendaron visitar en otra época del año. Otro año, que me quedé sin conocer la ciudad. Seis años después dejé de veranear en Cabeza del Buey, por el fallecimiento de mis padres. Pasarían catorce años cuando volví otra vez al pueblo el tres de agosto de dos mil veintitrés, mi hijo quería conocer la estación de tren y nudo ferroviario de Almorchón, cuando volvió otra vez las ganas de conocer la ciudad de los Omeya, cuando vi el ramal o la vía que apartaba hacia Córdoba donde se comunicaban  en ida y venidas viajeros y  de  los trenes de mercancía, entre las dos provincias,  anterior  de la década de los noventas desaparecida ya la circulación y todo contacto con Córdoba. Ya que estamos aquí nos podíamos acercar a Córdoba y pasar un día para  conocerlo,  aunque aseguréis Paco y tú qué ya estuvimos en Córdoba, dije a mi mujer, pero a mi hijo no le apetecía  estar más tiempo  en la carretera y no le sedujo  la propuesta. Ya iremos otro día, me consoló mi mujer. Volvimos a Madrid el dieciocho de agosto, viernes, pues el sábado veinte quedamos  para comer con Pedro y Aurori. Ya que el lunes veintiuno mi mujer e hijo volvían a la rutina diaria laboral, a mí me quedaban todavía diez días de descanso y lo dediqué a las tareas del hogar y a mis lecturas de libros atrasados. El Domingo puntualmente aparecieron nuestros amigos, después de comer unas generosa fabada con alubias compradas en el barco de Ávila, en nuestra última  salida principio  de junio, en la sobremesa y con los cafés y los tés, salió a reducir la anécdota que pasó en septiembre de mil novecientos ochenta y tres durante el servicio militar, en Málaga y nos acercamos a conocer Granada, Paco, Pepe y yo, y   en la catedral me llamó la atención de la cantidad de tumbas que estaba en el suelo, y que yo intentaba leer  en las lápida las  escrituras grabadas a golpe de martillo y cincel del maestro escultor,  pues como nos enseñaron en el colegio que casi toda las lenguas habladas venían del latín y que se podía entender fácilmente, yo pasabas tiempo de lo habitual intentando descifrar ese entramado  de caligrafía. Con lo cual Paco y Pepe estaban esperando en la puerta de salida y al llegar yo hacia ellos, Paco me preguntó qué que ponían en la lápida.  No lo se, está en latín y yo no sé latín, les dije y ese acontecimiento se hizo chascarrillo  de vez en cuando en tertulias de amigos saliendo  a  reducir el chiste, hasta que años después Paco y mi mujer intentará convencerme  que el acontecimiento fue en la Mezquita de Córdoba, cuando lo visitamos los cuatro, años atrás,  ante mi insistencia en la confusión de ellos, la refutación, sigue en Rife y Rafe, es más, me defendí, no, poseo ninguna fotografía de Córdoba. Ante la paciente insuficiencia de pruebas y  debate. Aurori y Pedro señalaron ese detalle, pues ellos tampoco conocían Córdoba, y yo siempre voy  con la cámara de fotografía a todos los lados aunque hoy en día los teléfonos hacen la misma función y no poseo ningún recuerdo instantáneo o imagen de la Ciudad, expuse. Fue entonces cómo surgió este otro debate y quedó zanjado,  para ese fin de semana veintitrés de septiembre del dos mil veinte y tres,  los cuatros, quedamos para viajar a Córdoba. Según pasaban los días fuimos adquiriendo información de los lugares a visitar como la reserva de un hotel y la adquisición de los billetes del tren. Y nos fuimos desanimando al cambio brusco de temperatura y mal tiempo que pronosticaban un fatal fin de semana, y el jueves veintiuno  volvieron a subir la temperatura y el sol volvió a deslumbrar y calentar después que sus secuestradores, las grises y oscuras  nubes, le dejarán marchar de su cautiverio al pago del imaginario metal  óbolo, moneda de cambio por cruzar esas fronteras del paraíso del Olimpo  entre  ruego en mis oraciones. Y el sábado veintitrés a las cinco y media de la mañana, salimos de casa con la plácida paz de la madrugada truncada por el rodar de la ruidosa maleta hacia la parada del bus, con destino a la estación de Atocha, allí se unirían Aurori y Pedro a nuestra causal lance turística. Llegando en tres horas a nuestro destino, en principio estábamos un poco despistados y desorientado en una desconocida ciudad, pero según nos íbamos acercando al mismísimo centro pudimos ver y disfrutar de sus estrecha y laberínticas callejuelas en galardonadas de macetas de colores merecía la pena en contemplar y pasear e imaginando su dulce aroma y fragancias  del Azahar de sus cientos de naranjos que alberga la impresionante Mezquita en su empedrado patio cordobés con su belleza esplendorosa grandeza de sus fuertes  muros arropados de esas milenarias divinidades de los Triunvitus, Padre, Hijo y Espíritu Santo de las tres culturas religiosas enfrentadas en cientos de años por discordias, y  que hoy en día están cada vez más cerca de la defensa de la belleza del  Amor por perdurar la perfección de los  aquellos,  que erigieron este esplendor de conocimientos Divinos expresados por magníficas manos artesanales. Ahora sí puedo decir que estuve en Córdoba y dejé constancia en el lugar destinado a plasmar esa imagen que reclamaba desde mi niñez y que tengo que volver a cumplir mi sueño de visitar las ruinas de Medina Azahara, que no pude contemplar  este fin de semana por falta de tiempo. Córdoba espérame volveré, me enamore de ti de ese carácter tan humilde y simpático de los que allí nacieron y bebieron de ti, en ese  saber de  filosofía en arte que llevas en tus cimientos. Volveré a cruzar la sierra de Pedregoso como antaño iba a tus lindes mojoneras, frenando mis andanzas por las verdes aguas del Zújar, lugar entrañable y el comienzo de esta historia  de la mano de  amiga la inmortal Manuelita la Turista.




El autor posando ante la ilustre estatua de Maimónides




Enrique Manuel Hidalgo para el País de la Piel de Toro.



Trabajo presentado al VIII concurso literario Narrativa Breve   en casa de Córdoba en Madrid.
casadecordobaenmadrid1955@Gmail.com  7/11/2024, enero 2025.









Castello de Santa Bárbara,( Click) pinchando en la foto, te lleva a la asociación de castillos

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el manantial, puedes pinchar( Click) en la foto para ver los balnearios

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como el Agua, si no fuera por ella

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Me gusta leer, escribir, viajar y escuchar historias,disfrutar en cada momento de mi tiempo libre. En este País de la Piel de Toro, conocido por Estrabon en el Siglo IV, a.c.