Me fui a la Mierda
Madrid 24/4/2013- 917 palabras.
Meterse en
camisa de once Varas.
Desde que tengo uso de razón, siempre
escuche esta frase, y de adulto también recuerdo que me lo advirtieron.
Obediente de mi siempre la tuve muy
presente, a pesar de que alguna que otra vez me metí, en camisa de once varas,
al salir más de una vez ileso por la gran suerte que me acompañan, según otros.
Pero que conste que yo nunca quise
meterme, ya sabéis lo grande que se queda la camisa, pareciendo un adefesio. No
sé como lo hago pero alguna vez que otra, me meten, en la camisa de once varas.
Los que se creen más listos, salen a
su debido tiempo. Y joder no sé como lo hacen, que algunas veces, te salpican.
Donde se da mucho, en ambientes laborable. Pero esto es otra historia. Lo que
importa es el presente.
Fue el día veintiséis de febrero del
dos mil trece, nos fuimos a un lugar de la mancha, de cuyo nombre es internacional mente conocido. Se estuvo podando y echando nitrato a los
olivos, para mantenerlo, un olivar
familiar.
Se vio interrumpido el día veintiocho,
por una gran nevada, la dura jornada olivarera, se pasó a una placida tertulia, con varios contertulios del
municipio, exclamando unos a otros, el
importante fenómeno meteorológico: Vaya
día que tiene hoy, decían unos.
Esto es muy bueno para los huertos,
decían otros, lo que es bueno es el
estiércol (la mierda) que hay en la torre de la iglesia, se escucho, preparando
el terreno. No habrá mucha palomina, se limpio hace unos tres años, dijo otro.
Se ordeno limpiar y poner en los
huecos telas metálicas, para que no entraran más las aves, la orden vino de
patrimonio artístico o bellas artes de la provincia, creí escuchar. Un amigo de
mi cuñado, era el encargado de hacer los herrajes, por lo tanto mío también.
Los dos estuvieron hablando, referente a la
huerta que este año, tenía pensado en
hacer, que unas buenas dosis de estiércol (mierda) no, le vendría mal a los
tomates u otras hortalizas, que
plantarían.
Se fueron los dos haber la torre por
dentro, yo llegue después, quise ver la torre por dentro, ellos ya se habían
hecho cargo de la limpieza. Abrí la pequeña puerta metálica del campanario, mi
alegre rostro facial, paso a una
sorprendida mal oliente frase típica, en estos casos: “iros a la
Mierda”.
Los dos se echaron a reír, diciendo a
la vez, el sábado estaremos en ella. Era imposible entra al recinto, la capa de
estiércol (Mierda) tapaba la mitad de la puerta. Dentro se encontraba un metro,
veinte centímetros de estiércol (llamada “palomina”,) encima finolis, parece
que la mierda, suena mal, les dije.
El sábado a las ocho de la mañana, con
guantes mascarillas y ropa vieja, se estuvo llenado sacos y sacos, centenares
de cadáveres en huesos de las palomas, salían de las múltiples capas de la
Mierda seca. Habría de unos seis o siete metros cúbicos de mierda, y lo más
cojonudo que se hizo gratis.
En
fin, me dije a mi mismo, Enrique míralo por el lado bueno, estas matando Tres pájaros de un tiros, con esto haces, una buena obra para los poderes
públicos, Ayuntamiento, la Iglesia y otra para el Pueblo, tendrás la oportunidad después de treinta años, de subir al
campanario.
Es imposible que lo limpiaran hace
tres años, como nos quieren hacer ver los viejos, mientras tanto seguíamos
llenando sacos, sacos y bajándolos a la calle para su traslado en el coche. Al
medio día se presento el cura, al verlo,
en agradecimiento con los tres, nos
entrego de su bolsillo veinte euros, para que nos convidáramos.
Supongo que nos lo entrego, como
recompensa de limpiar el trabajo sucio de sus Jefes, ya sabéis el espíritu Santo,
Padre e hijo, tres personas en una, con lo cual, la defecaciones eran por tres,
esto es la explicación de tanto estiércol (mierda) dentro de la torre.
Comunicándonos que antes de la cinco
teníamos que dejar la iglesia libre, a
causa de un sepelio, así se hizo, saco
unas fotografías en su móvil, para enseñárselas a Bellas artes, que eran los
responsables del mantenimiento del edificio.
Le
entregue mi correo electrónico, diciendo que yo también quería tener ese
recuerdo, le dije quien sabe el día del mañana, algunos me negarían el
sacrificio realizado hoy. Pero no las recibí o no me las envíos, quien sabe si
me adivino el pensamiento de dejarlo en la prosperidad literaria.
El lunes día cuatro de marzo, se
reanudo otra vez el trabajo, del vaciado del estiércol (mierda) de la Torre., se fueron sacando los sacos a
la calle, a la vista de todos. El lunes era día de mercadillo, se presento el alcalde,
nos dijo haber los ciento veinte sacos de palomina (mierda), más dos llenos de
esqueletos de palomas, que hacía por lo menos diez años o más que no se
limpiaba la torre.
Subida al campanario |
Por fin pude subir al campanario,
después de limpiar capas y capas de mierdas en los peldaños de pizarra. Arriba
se encontraba otras capas de al menos treinta centímetros, que mi cuñado y yo
no negamos, ocasionado por el vértigo que nos producía.
El martes día cinco, salimos del
pueblo, dirección a Madrid, me esperaba una Mierda más grande, el INEM, para sellar mi reciente estatus social. Con un enorme y molesto dolor de hombros y piernas,
preguntándome cuanto tardare en meterme otra vez en camisa de once varas.
Un Saludo Enrique Hidalgo, para El País de la Piel del Toro
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