Madrid 9 de Marzo de 2022
Este sábado 5 de marzo 2022 después de quedar
con unos amigos para una velada de ocio nocturno, con función de teatro, cóctel
en un bar de copas en el barrio de las letras y después cena en un restaurante
de la zona y más de media noche en entrar a casa y la posterior hora de ver la noticias
en el canal 24 horas, y comentar la
invasión de Rusia a Ucrania, llegando rápido a un acuerdo, mi mujer y yo “ está
guerra no va salpicar de lleno”, ojalá que se solucione, dijimos los dos recostado
sobre la cama del cuarto, pues están apunto de cometer otro grave error los
mandatarios, ya que podría ser una guerra nuclear. Sobre las dos se apagó el
televisor y nos acostamos. A la mañana siguiente domingo nuestro hijo se
levantó sobré las ocho y media. Al preguntarle qué iba hacer, nos contestó que
iba a la Poveda solo, pues hoy era el primer día después de dos años de
pandemia por el covid19, que volvía a poner en funcionamiento el tren de vapor
de vía estrecha, más conocido por “El tren de Arganda “ podemos acompañarte
pregunta la madre, claro si os dais prisa, y en menos de veinte minutos
salíamos del garaje montado en el automóvil dirección Arganda, unos 25
kilómetros de casa.
Llegamos a las 10,45 horas, el tren salía a las 11 y no
teníamos reserva, nos tomaron el nombre por si hubiese una baja, a menos diez,
nos llamaron y pudimos entrar en un
vagón de época y viajar dentro del coche d asientos de maderas, como se
viajaban antes, me pareció retroceder en el tiempo, con seis o siete años ,
cuando mi padre me llevaba no muy lejos de casa, campo a través en la
inmediaciones del barrio viejo de Moratalaz,
escuchando el silbido de la máquina de vapor y el rastro de humo blanco
que dejaba a su paso por los altos cerros entre los campos sembrado de trigos y
cebada antes las tapias del cementerio de la Almudena.
Pasarían unos siete u ocho años más, cuando se fue
desmantelando el barrio viejo, casas de una sola planta más bien chabolas
ocupadas por familias venida de provincias huyendo de las miserias que deja una
parte de la sociedad, con los más vulnerables o por la trágica contienda entre
españoles. Tendría 14 años cuando traspase el pequeño territorio que bordeaba
mi casa, a manos de un nuevo amigo del colegio que vivía temporalmente en los
alrededores del viejo barrio, en una casas prefabricadas a espera de un una
vivienda de construcción nueva. En unos de esas vueltas más allá de su casa, una
tarde soleada después de colegio, nos fuimos a jugar en los alrededores del
desaparecido barrio, sólo quedaba un ancho pasillo elevado por un pequeño
puente, donde seis o siete años atrás, tras sus senda correteaba el famoso
“Tren de Arganda, que pita más que anda”, como me enseñaba mi padre al escuchar
el sonido y el vapor dejado en sus trayectorias. Años después lo dejaría
escrito en mi libro “Manuelita la Turista”, el recuerdo de este tren que hoy 5
de marzo de 2022, tuve la ocasión junto con mi familia recorrer los cuatro o
cinco kilómetros que se para la Poveda con los límites fronterizos de Ribas Vaciamadrid.
Enrique Manuel Hidalgo para El País de la Piel de Toro.
El retrete como se puede observar, la defecación salía directamente a las vías, por eso estaba prohibido usarlo con el tren parado en estación.
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