El País de la Piel de Toro
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Una de Santos.
Hoy entre en una de esas tiendas de todo a un euro. Al pagar me llamo la atención, que en el mostrador tenían una caja abierta, a rebosar de estampitas de Santos, mi amigo, me preguntó cuál era mi preferido. Le respondí, mi favorito es San Blas, que las cigüeñas Verás. Se echó a reír, diciendo esto es todo lo que sabe de los Santos:
No lo sé, le dije, pero antes, están, los que festejan los espíritus lugareños terrenales, su patrón es Santo Tomás, de A,quino, de más allá. Estos parecen que ni, el Acabose, se acuerdan de ellos. Empecé a contarle la historia, a mi amigo. Un día de estos, nos fuimos más allá, de las dos castillas, por el norte, allí también hay muchos Santos de estos. Me encontré con unos hombres o mujeres, escondiéndose sus rostros con capucha negras, creí que ellos, festejaban la Santa Semana. Me acerque a ellos tantos, que sus caballos al galope corrieron, parecían desbocados. Oí que gritaban a los cuatros vientos Viva Santiago de Compistolas, pin, pan pun, con tantas explosiones dudé, que lo que estarían celebrando, era Santa Bárbara. Pero con tanto ruido de petardos, se espanto el perro de San Roque, escondiendo el rabo del susto. Si de algo urgente se tratara, baje tan corriendo sin que me diese cuenta, de que San Valentín, me llamaba la atención, estaba, en la sesión de periódicos, resolviendo un crucigrama. Me di la vuelta preguntándoles, porque me entretenía, al cual me dijo “ joven” una palabra con dos consonantes y dos vocales, de cuatro letras, me dio por pensar, hasta que le dije PEPA. Pudiera ser, pero no coincide. Salí corriendo como una bala, no estaba ese día por pensar. Corriendo calle abajo, sentado en la plaza vi a San Ildefonso, en cuanto me vio, se hizo el loco, pero le cante, las cuarenta, ¿por qué no salió mi numero 48219? Excusándose me dijo que el chico rubio, que es nuevo, canto el 32365.
Cabeza abajo y desilusionado, me encontré con un San José Obrero, me consoló pasando el brazo por mi hombro, cariñosamente me dijo, mí querido Manuel, hoy en día el mejor juego, en este tiempo es tener un trabajo estable. Como no me levantaba el ánimo, San Antonio, se ofreció a pasear con migo en la Florida, le ofrecí mi mano, pero creo que el detalle no le gusto, como si fuera introducida en una fragua, la saque roja, hinchada de dolor. Santa Cecilia, quiso untar la dolorida mano, con perejil u otras especias. San Enrique, el médico, cogiendo la mano, como la pitonisa, adivina por su trayectoria de las rayas, por fin dijo, a San Ignacio que llegaba. Que este año, por calor no faltaría los noventa días.
San Miguel me ofreció, una cero, cero. Como una cruz en el campo, le dije que mejor la del limón. Para bajar el hinchazón. San Francisco de Así, dijo que con eso remedio, no se curan esa molestias. Llegando al 12 de Octubre, la Santa del Pilar, me brindo su consuelo; hablando con la Santa Clara, hermana de Teresa la Santa, que elaboraran una yemas. De tanto de ir y venir, a una el Santo se le fue al Cielo. La masa se quedo como el tocino, pero tocándolo en noviembre, se convirtieron en hueso, el resultado tan dulce que uno de ellos, se dijo como tocado por los Santos, el dulce duro hasta mediado de noviembre. Sant Sadunit, Saturnino par la familia, bajo a la cava, seleccionando el mejor espumoso, se dio prisa en la elección. Santa Lucia. Grito rápido, que los días se acortan y las noches se alargan. San André, la noche fría salió corriendo. San Silvestres de la mano me empujó, por anchas calles de la Ciudad, debe tener prisa, después de las Campanadas, San Manuel inaugura otro 365 días.
San Evaristo, pariente no muy lejano del tío la vara, me le encontré en un lugar no muy lejano de la Mancha, allí estaba San Benito, pasando el control de Calidad, de los Santos huesos. Cuando mire al cielo, recordé a San Blas, cuando vi las cigüeñas en lo alto de esa torre. San Ezequiel, me dijo tres día hay en el año, que se llena la panza, Jueves Santo, Viernes Santo y el día de la Matanza. Pero a San Juan, me dijo no tan rápido, que esta noche se acorta y alargo el día, se dejo oír a Santa Rita decir, a Santa Almudena, lo que se da no se quita. A San Pedro, me dijo ven entra y sales por la del Perdón, Santa Asunción, me reservo un asiento, subiendo los cinco escalones, las gente se apaciguaba, ya dentro me encontré con San Isidro, un labrador, ya había terminado la faena campestre, nos cruzamos unas miradas de cómplices, detrás de los muros, entre la multitud, dejaron salir de sus gargantas, Santo, Santo, es el Señor. Como hubiesen adivinado mis pensamientos, tuve que estar sentado, una media hora, sin decir ni pío. Ya salimos todos, con la multitud, me encontré con el tío Santos. Nos despedimos, hasta la próxima visita.
Para recorrer la gran distancias. San Cristóbal, me ofreció su vehículo, estaba plagado de Santos, me lo estuvo presentando uno a uno, San Eduardo, San Miguel, le entro un pico en la garganta, escapándose un pequeño guarapeo, señalando con el dedo a uno que le tenía castigado con perejil, San Pancracio, quiso decir, pero yo le entendí. San Patricio. En este mimo instante le dije: a ese le conozco muy bien, es andaluz muy simpático, me lo presentaron Dos Hermanas. Entre cantos y palmas, nos fuimos todos a la casa de Sanlúcar, este con la borrachera, nos dejo derramarnos a todos en lo alto del tejado, diciendo rajadoos, al soso de San Lorenzo, que se iba con la manzanilla a las Américas.
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