El País de la Piel de Toro
Madrid 9 / 6 / 2019
1.023 Palabras
Hoy día 3 de junio, según mi horóscopo, el número tres es mi número de la suerte. Así que hoy me encontraba contento para ser lunes, la mañana me fue entretenida, se me pasó volando.
La tarde empezaba bien, como estaba un poco sucia la acera del portal, de hojas secas caída de los árboles y las colillas de los transeúntes, algún que otro pis de canes.
Salí con mi arma de destrucción masiva (la escoba de barrer), entre las 17,45 y 18,15, cuando estaba en faena limpiando con el pavimento, a escaso metro del local de ropa de moda, al borde de la calzada.
Cuatro chicos me sobrepasaron entre 16 y 20 años, uno de ellos, el más bajo de la cuadrilla, con piel morena, pelo corto y el más alto del grupo, también moreno y pelo corto, vestido por la parte de arriba, camiseta del Club Barsa, y pantalón corto fumando algunos de ellos tabaco.
Deje de barrer a su paso por la acera, para que el polvo del pavimento se asentara y no pudiera perjudicar a los chicos, deje que continuarán unos veinticinco metros, para reanudar mi cometido, justamente cuando pasaron el numero posterior al mío, en el local de la inmobiliaria.
Se dieron la vuelta y pararon en seco, a causa de un vocerío que los llamaban increpándoles, alertándoles otro muchacho de la misma edad. No dejaba de llamarles “primo”.
Al reconocer de quién se trataba el causante de la llamada, el de poca altura y con mala leche le recrimino al muchacho, que justamente estaba a mi alturas, los cuatros retrocedieron en sus pasó a encontrase con el causante del alboroto.
Llegando a mi posición los cincos muchacho, ajeno a lo que se avecinaba, por los insultos, y con la intención de una pelea, el más bajo intentó golpearle al que le llamaba “primo”.
Esquivandole y viendo sus intenciones, el chico que les llamó, se refugió detrás de mí, a lo que él, paró su brazo derecho, pero extremidad en alto y alerta para otro golpe certero.
Yo me encontraba entre los dos muchachos delante de mí uno con el brazo dispuesto, a tener un hueco y atizarle, en su descuido, y yo en medio, viendo la expresión de su cara en un odio.
En mi flanco derecho el muchacho de la camiseta de la barca, a escasos centímetro de nuestra posición, cortándole la posible huida del zagal, a una orden mía, le dije al muchacho que saliera corriendo al retirarme por la izquierda. En ese momento como si adivinara lo que iba a ocurrir, el muchacho se quedó desprotegido y no me hizo caso en salir con peteneras al galope, como si fuera un caballo desbocado, como hubiese hecho cualquiera.
Al retirarme, y mirar hacia atrás vi como un antebrazo derecho empujaba al brazo, este con la inercia y el empuje necesario mandaba la fuerza necesaria a la mano cerrada en un gordo puño de Boxeo, alcanzando en la cara a escasos centímetros del ojo izquierdo del chaval.
Fue entonces cuando el muchacho salió corriendo hacia la tienda de ropa refugiándose y cerrando Maite, la encargada la puerta con llave, al no poder hacer más, los cuatros jinetes del apocalipsis, se marcharon, andando y sin prisa, perdiéndose en el horizonte de la larga calle, al doblar la esquina.
El muchacho agredido con un golpe de rabia y llorando fue insultándoles y tras de ellos, amenazándoles de muerte en el momento que estuvieses solo. Le quisimos calmar y alertando que se fuera por otro camino, al que la banda prosiguió.
Según pude averiguar, el detonante de esta bifurcar, fue que unos días antes, el muchacho agredido en valentonada acción con otros muchachos de otra banda, quisieron achantar y perseguir, al chico de pequeña estatura, y este tuvo la oportunidad de vengar su alocada actuación, días después del muchacho cuyo ojo ya se iba poniendo morado.
El jodido muchacho no era capaz de teclear los números del teléfono móvil, y con la rabia metida en su cuerpo fue insultándoles y amenazandolo de muerte, lo perdimos al doblar la esquina de la calle.
Me recordó a mi juventud de veinteañero, cuando César y su colega que pensaba que eran dos amigos, me estafo 5000 pesetas (30 Euros), para comprar un radiocassette de coche para su padre.
A no parecer a la cita para devolverme el dinero, días después me fui a casa y cogí un cuchillo de grandes dimensiones y fui a buscarlos. La suerte estuvo de su parte o de la mía, ¿Quién sabe? A no encontrarlos esa misma noche.
Me comunicaron que fueron cogidos in fraganti, por la policía, cuando estaban intentando atracar la gasolinera del barrio, años después unos de ello fue ajusticiado por alguno sin escrúpulos.
Eso es lo que tiene con criarse en la calle, tarde o temprano todos tenemos nuestro ajuste de cuenta con la sociedad, como si el karma se volviera en contra nuestra.
Por eso me dio lastimas de esos chavales, sobre todo al quien le golpearon, el muy infeliz, quiso intentar negociar un acto de conciencia, con el que le almendrado. Creyendo que todo seguiría como antes.
Pero la ley de la calle es otra, más vale ahora que nunca, que cualquier muchacho de banda, tengan otro camino más estable y más segura para andar en este vereda de cemento.
Esa senda Amigo, es peligrosa, como dice Perlita de Huelva en su canción. Ahora pensando fríamente, pienso que mi nueva profesión, es también de alto riesgo, pues por un momento pensé que me iban a calentar a mí los morros.
Al día siguiente por la mañana, desarrollando mi trabajo de destrucción masiva en la acera de polvo, me paró Antonio, unos de los trabajadores de la inmobiliaria, que estaba fumando tabaco en la calle, y vieron en primera fila el encontronazo de los cincos chavales, alrededor mí.
Menudo Marrón te estaban preparando, me dijo Antonio, ya lo creo le respondí, me nuda me libre, si ya no te dejan ni trabajar, en cualquier momento del día, hora te meten en un lío ajeno al tuyo. Y eso que no salgo a la calle tan a menudo, sólo al cumplir mi trabajo, y continué trabajando en lo mio.
Enrique Hidalgo Para El País de la Piel de Toro
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