El País de la Piel de Toro
Madrid 1 de Septiembre de 2020
Toda una vida tirada a la basura,
palabra 700
Hoy hace un año que entre a formar parte en mi nuevo
empleo en la reciente empresa y veinticuatro horas después de la limpieza de
un cuarto trastero, del piso décimo.
Los antiguos propietarios de dejaron en el olvido, el sacar o
vaciar de su seis metros cuadrado del habitáculo, como su nombre indica, “trastero”
desván destinado al desuso.
Dentro, se acumulaba varias capas de corpúsculo, tamo,
asentada en los obsoletos enseres, al mover uno de los muebles se levantaron en
una gran nube de partículas, de suciedad.
En sus cuatro paredes, se encontraba una cocina de gas,
de unos cincuenta años de antigüedad, llena de grasa y mugre, no tuvieron la
delicadeza de limpieza en muchos años de funcionamientos.
El fogón pertenecía al origen de la vivienda de régimen
de propiedad, un viejo mueble de fornica, astillado en su tablero de
aglomerado, parecía pertenecer a una cama plegable.
Un par de mesas
camillas desmontadas, con buen aspecto para seguir utilizándola, tres sillas
machada y viejas, igual que una antigua
estantería desmontada en chapa de color
blanco.
Una caña de pescar sin el sedal ni carrete para recoger
la tazan, un bolso de viaje, de dos asas de los años setenta de piel sintética,
dentro de él, se encontraba, los de álbumes
de fotos, retratos y cientos de fotografías sueltas en varios formatos
en tamaño, color, blanco y negro.
Todos estos enseres, los operarios los depositaron a un
lado de los cubos comunitarios de reciclado de desechos, de la calle publica,
con la intención de llevárselo en el día, el personal especializado del 010,
del ayuntamiento de Madrid/recogidas de muebles.
Esta mañana, a depositar la bolsa de restos desperdicios
correspondientes al contenedor de uso. La vista se me fue al suelo, donde se
dejaron la pertenencia al vaciado del habitáculo.
Unas cincuentas instantáneas, retratos estaban tirado en
la acera, llena de suciedad de hojas u otros pequeños desperdicios.
El corazón se me
volvió a entristecer, como fue el de ayer, cuando me enseñaron el contenido de
la bolsa de equipaje, lleno de los recuerdos familiares de toda una vida echada
a la basura.
No sabemos desde cuando estaban ahí, en la estancia, ni cuantos años, que se marcharon, tampoco
podemos averiguarlo o que pasaría en sus mientes, para no querer llevarse los recuerdo de toda una
vida.
Ni los familiares, como hijos si el caso de haberlo
tenidos, sobrinos, hermanos, cuñado o primo. Algo muy gordo tuvo que pasar para
no sentirse satisfecho con su pasado.
Tal vez murieron algunos de los cónyuge y otro tuviese
alguna enfermedad generativa, afectada a la memoria, ¿no
podíamos creer que ningún familiar directo o indirecto, no se hubiese hecho cargo
de este tesoro y secreto familiar? Yo no lo permitiría, en olvidar mi pasado,
ni el de mis padres y familiares, a no ser qué me avergonzará de él, pero para
eso no hubiese permitido dejar en la posteridad, algún documento fotográfico , como hacen el asesino,
terroristas o delincuente u otros con su pasado turbio.
Antes de caer en manos extrañas, mis recuerdo si mi
facultades me lo permiten las quemaría o destruiría, sino encontrara a nadie
que se hiciera cargo de mis evocaciones, egoísta-mente privarían a mis
descendiente el paso de mis años, en esta vida.
A mí siempre me fascino ver las imagen de mis familiares
en los álbumes fotográficos, el recuerdo es lo que me activa la memoria y me
siento bien recordando a mis antepasados
y seres queridos.
El pensamiento me obliga
a fantasear con el grabado de la foto, dándome cuenta lo mucho de menos
que se hecha a un ser querido cuando tuvo la oportunidad dejar una alegoría
para el futuro.
La memoria cada vez me falla a causar del envejecimiento
de las células del mi cerebro, aunque mi
cuerpo también encanecer a la vez. Mi
alma chaveta a ser adolescente.
Aparte viendo las imágenes son siempre una buena terapia a la evocación y
creo que es una buena medicina para la
amnesia.
Sobre todo reconociendo el paso del tiempo de los seres
queridos, que por desgracia ya no se encuentra en el recuerdo.
Debe de ser muy
duro en no reconocer tus raíces, dejándote toda una vida, echada a la basura.
Enrique Manuel
Hidalgo para el País de la Piel de Toro
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