El País de la Piel de Toro
De frente estaba el alto y enorme rosal, llenando de su exquisita fragancia aromática, dejando ver sus majestuosos ramitos de pequeñas rojas rosas.
Como dije antes, me guarde un trocito de este impresionante rosal. De peti mini, cómo la abuela lo llamaba, y no supo quien lo plantó. Ella dijo que siempre estuvo en este lugar vació. Anochecido ya el nuevo esqueje lo deposite en un pequeño y no profundo hoyo. De nuestro empedrado patio corral, al lado de la llamada gavia, este nombre los lugareños llaman un pequeño surco que atraviesa de corral a corral, donde recorres las aguas recogidas por los anchos empinados tejados, filtrando el preciado elixir de la vida, en lo más hondo de sus entrañas, la tierra virgen .
En la mañana siguiente, la abuela se percató del nuevo inquilino, diciendo que no iba agarrar por qué no era su época de traslado y con este calor la savia se seca. En la primavera del siguiente año, creció y se multiplico, en hojas y nuevos tallos, apreciando unos diminuto capullitos rojos, con su elegancia aromática. Los años pasaba, creciendo el nuevo rosal, nos dejaba cada primavera verano, cientos de ramilletes de olorosa, pequeñas rojas rosas.
Unos años después, se edifico en la parcela, desapareciendo de su tierra, su hogar. La madre de este gran rosal de nuestro patio. Pero la desaparición del olvido no estaba a su favor. Pero el destino quiso que se adelantara unas obras de reforma en el año 2008, y se tuvo que arrancar este gran rosal, pequeño pero oloroso en grandeza y perfectas rosas rojas, muy a pesar mío:
Pero ante de esta gran despedida, me ofreció unos nuevos esquejes, de su fiel y fuerte tronco, para que le siguiera recordando cada primavera, y si alguna vez me fallaba LA MEMORIA. Le fuera recordado con su exquisito aroma, como es la vida. Cuando se pierde algo tan querido.
Escribo esto dando fe, de la continuidad de este gran rosal, pequeño de rosas rojas, sabiendo que unas mayoría de los mortales, afirmarían que esto es una “ GILIPOLLEZ “ más, lo mismo que puede ser una declaración de amor en público, o en algún medio visual, o hacer todo lo posible, para robar protagonismo a, cualquier persona famosa dejándola a esta por mentirosa.
Enrique Hidalgo |
Pequeño rojo rosal viajero.
Madrid 14 abril de 2010
Esta, pequeña maceta. Corresponde a un rosal originario de un pequeño municipio de nuestro querido territorio Nacional.
El rosal de origen, estaba situado, en una pequeña parcela dentro del mismo casco urbano de dicha localidad. Pasando en numerosas veces inadvertido por mí, por la gran altura y anchuras de sus enorme y espinosos tallos, confundiendo, muchas veces por una enorme Zarza.
¿Quién sabe cómo pudo llegar? A ese lugar, abrazado a la mitad de la mediana pared de piedra y adobe, que le protegían de las más adversa climatología de la zona. Pero este pequeño tallo, no sería tan importante, para quien escribe, como fue el gesto tan extraordinario de cómo arrebatando lo, del, original, le arranque un fuerte tallo sin raíz, pues esta, estaba tan ligada en lo más hondo de su tierra, que se defendió, clavándome sus afiladas y punzantes defensas.
Madrid 14 abril de 2010
Esta, pequeña maceta. Corresponde a un rosal originario de un pequeño municipio de nuestro querido territorio Nacional.
El rosal de origen, estaba situado, en una pequeña parcela dentro del mismo casco urbano de dicha localidad. Pasando en numerosas veces inadvertido por mí, por la gran altura y anchuras de sus enorme y espinosos tallos, confundiendo, muchas veces por una enorme Zarza.
¿Quién sabe cómo pudo llegar? A ese lugar, abrazado a la mitad de la mediana pared de piedra y adobe, que le protegían de las más adversa climatología de la zona. Pero este pequeño tallo, no sería tan importante, para quien escribe, como fue el gesto tan extraordinario de cómo arrebatando lo, del, original, le arranque un fuerte tallo sin raíz, pues esta, estaba tan ligada en lo más hondo de su tierra, que se defendió, clavándome sus afiladas y punzantes defensas.
Sabiendo de mis
intenciones, se defendió de mi brutal ataque, como si fuera su
depredador, de mis brazos salió, pequeño y fluidos reguerillos de mi
vital liquido rojo, mezclándose con su pequeña olorosa rosas rojas.
Sería por el año 1994, de un verano y año caluroso del mes de agosto, que con nuestro pequeño retoño, después de un día abrazado por el astro Rey, esperando su puesta. Salimos la nueva familia. Abuela nieto e hijos, en una pequeña calle cuesta arriba dentro del casco urbano. Empujando el coche porta bebés, de nuestro recién nacido, llegamos al lugar.
Sería por el año 1994, de un verano y año caluroso del mes de agosto, que con nuestro pequeño retoño, después de un día abrazado por el astro Rey, esperando su puesta. Salimos la nueva familia. Abuela nieto e hijos, en una pequeña calle cuesta arriba dentro del casco urbano. Empujando el coche porta bebés, de nuestro recién nacido, llegamos al lugar.
De frente estaba el alto y enorme rosal, llenando de su exquisita fragancia aromática, dejando ver sus majestuosos ramitos de pequeñas rojas rosas.
Como dije antes, me guarde un trocito de este impresionante rosal. De peti mini, cómo la abuela lo llamaba, y no supo quien lo plantó. Ella dijo que siempre estuvo en este lugar vació. Anochecido ya el nuevo esqueje lo deposite en un pequeño y no profundo hoyo. De nuestro empedrado patio corral, al lado de la llamada gavia, este nombre los lugareños llaman un pequeño surco que atraviesa de corral a corral, donde recorres las aguas recogidas por los anchos empinados tejados, filtrando el preciado elixir de la vida, en lo más hondo de sus entrañas, la tierra virgen .
En la mañana siguiente, la abuela se percató del nuevo inquilino, diciendo que no iba agarrar por qué no era su época de traslado y con este calor la savia se seca. En la primavera del siguiente año, creció y se multiplico, en hojas y nuevos tallos, apreciando unos diminuto capullitos rojos, con su elegancia aromática. Los años pasaba, creciendo el nuevo rosal, nos dejaba cada primavera verano, cientos de ramilletes de olorosa, pequeñas rojas rosas.
Unos años después, se edifico en la parcela, desapareciendo de su tierra, su hogar. La madre de este gran rosal de nuestro patio. Pero la desaparición del olvido no estaba a su favor. Pero el destino quiso que se adelantara unas obras de reforma en el año 2008, y se tuvo que arrancar este gran rosal, pequeño pero oloroso en grandeza y perfectas rosas rojas, muy a pesar mío:
Pero ante de esta gran despedida, me ofreció unos nuevos esquejes, de su fiel y fuerte tronco, para que le siguiera recordando cada primavera, y si alguna vez me fallaba LA MEMORIA. Le fuera recordado con su exquisito aroma, como es la vida. Cuando se pierde algo tan querido.
Como el amor
de otros que no dejaron de luchar, en el bienestar, de sus
descendientes. Recordando que nació pequeño, como el municipio, creció
como en una Ciudad Real, se movió en el mundo gracias al correo
universal y en medidas quiso desaparecer, sin ser recordado.
Escribo esto dando fe, de la continuidad de este gran rosal, pequeño de rosas rojas, sabiendo que unas mayoría de los mortales, afirmarían que esto es una “ GILIPOLLEZ “ más, lo mismo que puede ser una declaración de amor en público, o en algún medio visual, o hacer todo lo posible, para robar protagonismo a, cualquier persona famosa dejándola a esta por mentirosa.
Pero yo lo que quiero dejar escrito, esta declaración porque
hace tiempo, que mi corazón me lo está pidiendo y no me gustaría notar
en un futuro como sus lágrimas rojas, se pierdan en la nada, como la
madre de este Rosal Rojo, pero grande en elegancia. Enrique Hidalgo para.
elpaisdelapieldeltoro@hotmail.com