Madrid 31/10/2022
Buenas tarde, me llamo Enrique Manuel
Hidalgo y está misiva se la dirijo a usted y le felicito por su libro, y
aprovechó para decirle que en su gremio sigan defendiendo a las ovejas de los
lobos jurídicos. Yo estaba leyendo Misericordia de Benito Pérez Galdós, cuando
el 26 de octubre mi vecino me dejó el manuscrito escrito por usted. Me cautivó
el título, aparte del comentario de Javier, "entérese cómo estamos con la
justicia". Así que aparqué a D. Benito y me fragüé en su lectura. Me impresionaron
mucho las dificultades y penalidades de la familia Meño que cuenta en su libro
el calvario a que fueron sometidos por unos señores que se creen que están por
encima del bien y del mal. A costas del sacrificio del pueblo, por no ofrecerle
a sus Señorías la preciada Corona de Laurel de que el pueblo de Roma, ofrecía al
Cesar, recordándoles que no se durmieran en el poder, como he podido comprobar
por periodistas y escritores el abuso de autoridad por algunos los magistrados
que fueron descubiertos con el carrito del helado, aferrándose a su asientos
cómodos. Según leía las páginas de su libro, mi mente retrocedió al año
2008 o 2009, Pepa, cuando recién nombrada jefa de almacén por orden del jefe capo y
afiliada a UGT.
Bajó con el dueño de la empresa y echándoles una buena bronca a mis dos compañeros humillándolos por una chorrada que no tenía importancia, ante la injusticia que estaba presenciando, no me pude callar y antes que la nueva encargada terminara de reprenderlos; les dije a bocajarro. “Hasta los jueces se equivocan". Pensé que al día siguiente me iba a castigar por la defensa de los dos infelices el día anterior. Pero a la mañana siguiente el Director se dirigió hacia mí, recordando la frase y con cara anonadada. Ese día al Ministro de Justicia Bermejo, le cazaron por furtivo, verá usted qué ejemplo nos da los que nos tienen pendiente de un hilo, como las Moíras mitológicas y lo más grave que el señor no quería dimitir. Días después me enteré que el jefe tenía un amigo juez, por eso su extrañeza y admiración por mí adelantamiento con la noticia. Seguido fue el Señor Divar que también parece ser que confundía muy a menudo el dinero público y privado. Así que nos quedaba el sindicato de Manos Limpias, creía eran los buenos, cómo iban a desprestigiar su nombre, hasta que me enteré que dirigentes extorsionaban algunos de sus clientes y cada vez me costaba creer en la justicia. Pero claro los hombres no son Divinidades, aunque creo que Dios cometió alguna equivocación al crear el hombre y su universo. Me pregunté si el Rey no pegaba un puñetazo a la mesa, como mi anterior jefe y hacía una limpia, pero ni jefe ni el Rey, también eran mortales y tan bien cayeron en desuso como la apreciada corona de Laurel del emperador Romano. Un saludo y abrazo de Enrique Manuel Hidalgo fiel adicto a la supervivencia de esta amañado complejo de civilización.
Enrique Manuel Hidalgo para El País de la piel de toro.
Enrique Manuel Hidalgo para El País de la Piel de Toro
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